En el caos de la guerra, a menudo surgen las conexiones más inesperadas. Durante su servicio en la Brigada Nachal en Gaza, el rabino Akiva Dovid Weiss entabló amistad con Hadi Falach, un teniente coronel druso que dirigía a los rastreadores drusos y beduinos del ejército. Su relación empezó de forma bastante sencilla: conversaciones tomando té y café en el cuartel general de la brigada, momentos de respiro en medio del conflicto.
Durante una de esas conversaciones, Hadi planteó una pregunta que pilló desprevenido al rabino Weiss: «Akiva, tú eres un rabino religioso, ¿no? Entonces dime, ¿por qué la Rabanut Hareishit de Israel vende cada año su chametz a un no judío que no hace la mili? ¿Soy oficial de las FDI y amo y apoyo al Estado y al pueblo judío? ¿Cómo es que no conceden este honor de comprar el chametz a alguien como yo? ¿Puedes hacer que sea yo quien compre el chametz?».
Para los que no estén familiarizados, antes de la Pascua se ordena a los judíos que eliminen todos los productos leudados (jametz) de su posesión. Como desechar grandes cantidades de comida sería un despilfarro, sobre todo para las empresas e instituciones, la ley judía permite vender temporalmente el jametz a un no judío hasta que termine la fiesta. Esta transacción, llamada mejirat jametz, suele organizarse a través de un rabino que actúa en nombre de la comunidad. Es a la vez una solución práctica y un ritual significativo que ha tenido lugar durante generaciones.
Esta sincera indagación de un hombre de una fe diferente, pero profundamente comprometido con la protección de Israel, apunta a algo profundo sobre las relaciones interreligiosas: a menudo no comienzan con grandes discusiones filosóficas, sino con una genuina curiosidad por las prácticas de los demás.
Para los cristianos y los judíos, nuestras religiones son distintas pero están entrelazadas. Compartimos textos sagrados, historias fundacionales y marcos éticos, aunque los interpretamos y practicamos de forma diferente. Esta relación no consiste en borrar las diferencias ni en crear compromisos teológicos, sino en encontrar puntos de conexión significativa a pesar de nuestras diferencias.
El profeta Isaías imaginó un tiempo en el que «vendrán muchos pueblos y dirán: ‘Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos, para que andemos por sus sendas'» (Isaías 2,3).
Esta visión no sugiere que todas las naciones lleguen a ser idénticas en su culto, sino que los diversos pueblos pueden seguir encontrando un terreno común en la búsqueda de la sabiduría divina.
Lo que hace tan notable la pregunta de Hadi es que va más allá de la mera tolerancia. No se limitaba a reconocer las prácticas judías: quería participar activamente en su apoyo. En un mundo que a menudo se centra en la norma mínima de coexistencia pacífica, la petición de Hadi representa algo mucho más hermoso: el deseo de ayudar a los demás a cumplir sus compromisos de fe.
Dos semanas después de su conversación, sobrevino la tragedia. Hamás detonó ocho bombas de carretera en una emboscada. Cuatro soldados murieron y seis resultaron heridos, entre ellos Hadi. Mientras el rabino Weiss ayudaba en las tareas de evacuación, se encontró cogiendo la mano de Hadi mientras el oficial herido yacía en una camilla.
«Akiva, agua. Por favor, tráeme agua», pidió Hadi.
Esperando levantar el ánimo de su amigo, el rabino Weiss respondió: «Hadi, no sólo voy a traerte agua, ¡voy a traerte mechirat chametz!». Incluso en su dolor, Hadi sonrió y luego se echó a reír.
Unas semanas más tarde, al visitar a Hadi durante su recuperación, el oficial druso no lo había olvidado. Con un brillo en los ojos, preguntó: «¿Nu, Akiva? ¿Qué pasa con el mejirat chametz?». El rabino Weiss se rió y le dijo: «¡Estoy en ello!».
Tras ponerse en contacto con varios rabinos sin éxito, el rabino Weiss se arriesgó y se dirigió al rabino Yosef Tzvi Rimon, rabino de Gush Etzion, pidiéndole consejo sobre cómo cumplir esta promesa. Para su total sorpresa y deleite, el rabino Rimon respondió: «¡Le venderemos todo el chametz de Gush Etzion!». El rabino Rimon hizo entonces que el rabino de Alon Shvut, el rabino Vightman, se pusiera en contacto con Hadi para revisar el proceso, y se hicieron los arreglos necesarios para que Hadi comprara el chametz de la comunidad para la Pascua judía.
Esta historia refleja el espíritu de lo que describió el profeta Zacarías cuando escribió:
Este pasaje no trata de la conversión, sino de reconocer la presencia divina en la tradición ajena y querer honrarla.
Como cristianos y judíos, podemos inspirarnos en el ejemplo de Hadi. Las verdaderas relaciones interreligiosas no consisten en un mero diálogo cortés, sino en reconocer la auténtica devoción en las prácticas de cada uno y preguntarnos cómo podemos apoyarnos mutuamente en nuestros distintos viajes espirituales.
La ceremonia para formalizar el papel de Hadi en la compra de chametz tendrá lugar en el hospital Tel HaShomer, donde sigue recuperándose de sus heridas. Este lugar habla por sí solo: un lugar de curación que se convierte en un lugar de conexión interreligiosa.
La historia del rabino Weiss y Hadi nos ofrece un poderoso modelo de auténticas relaciones interconfesionales. Su conexión no se construyó sobre discusiones teológicas abstractas, sino sobre el apoyo práctico y el respeto mutuo. Nos recuerda que los puentes significativos entre tradiciones religiosas diferentes a menudo no surgen del diálogo formal, sino de una auténtica conexión humana y de la voluntad de participar en los viajes de los demás.
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