La Promesa ante la Ley

octubre 20, 2025
Israeli landscape, heaven and earth (Shutterstock)
Israeli landscape, heaven and earth (Shutterstock)

La semana pasada, los judíos de todo el mundo volvieron a leer la Torá desde el principio, reiniciando el ciclo anual de lectura pública de la Torá tras la festividad de Simjat Torá. La Torá comienza con los siete días de la creación, describiendo lo que Dios creó en cada uno de ellos. El comentarista medieval Rashi, cuyas ideas han guiado el aprendizaje judío durante casi un milenio, cita al sabio Rabí Isaac, que plantea la siguiente pregunta: Si los Cinco Libros de Moisés son fundamentalmente un libro de leyes -que establece mandamientos, rituales y el marco del pacto para el pueblo judío-, ¿por qué no comienza con esas leyes? ¿Por qué abrir con historias de la creación, los antiguos patriarcas y dramas familiares? ¿Por qué no saltar directamente al Sinaí y a la entrega de la Ley?

El rabino Isaac ofrece una respuesta clarividente: La Torá comienza con el Génesis para establecer una verdad esencial que un día se volvería desesperadamente relevante. Las naciones del mundo, predijo el rabino Isaac, acabarían desafiando el derecho del pueblo judío a la Tierra de Israel. Y la respuesta judía apuntaría a esas palabras iniciales:

Si Dios es el Creador de toda la Tierra, sólo Él tiene autoridad para repartir sus tierras. Y según la narración de la Torá, Dios prometió la Tierra de Israel a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Los relatos del Génesis no son un mero prólogo: son el título de propiedad.

Según el rabino Jonathan Sacks, la respuesta del rabino Isaac apunta a algo que incluso la erudición secular confirma: la tierra se sitúa en el corazón mismo de la historia bíblica. La promesa de un lugar concreto a un pueblo concreto no es material de fondo ni color histórico: es la línea que conecta el Génesis con el Deuteronomio.

Cuenta las repeticiones: Dios hace la promesa de la tierra a Abraham siete veces a lo largo del Génesis, la renueva con Isaac y la declara de nuevo a Jacob tres veces. Cuando Moisés se encuentra con Dios en la zarza ardiente, oye hablar de un destino: una tierra de abundancia que aguarda al final de la esclavitud. Toda la narración del desierto es un viaje hacia ese lugar. Incluso el momento final de Moisés -de pie en el monte Nebo, contemplando al otro lado del Jordán una tierra en la que no puede entrar- subraya lo central que es esta geografía para la visión bíblica.

Piensa en ello como en el famoso principio de escritura dramática de Chéjov: si muestras un arma en el primer acto, debe estallar en el tercero. Si la tierra domina todo el arco de la Torá, sus primeros capítulos deben relacionarse de algún modo con ese tema. El rabino Isaac comprendió esto. Al empezar con «En el principio, Dios creó», la Torá arraiga la promesa de la tierra en la autoridad más alta posible: Aquel que hizo el cielo y la tierra tiene derecho a asignar sus territorios.

Pero, ¿por qué debería una religión preocuparse tanto por los bienes inmuebles? La pregunta parece especialmente punzante en una fe monoteísta. Si Dios está en todas partes, ¿por qué no puede ser adorado en cualquier lugar? ¿Qué hace que un tramo de costa mediterránea sea teológicamente esencial?

La respuesta está en comprender qué tipo de proyecto es realmente el judaísmo. No se ocupa principalmente de la iluminación individual o de experiencias místicas personales. El judaísmo prevé algo más ambicioso: construir toda una civilización según principios divinos.

Considera lo que contiene realmente la Torá. Sí, hay oraciones y rituales. Pero también hay reglamentos para los tribunales y el comercio, directrices para la guerra y los derechos de propiedad, disposiciones para los trabajadores y los empobrecidos, sistemas para la sostenibilidad agrícola y el alivio de la deuda. Se trata de material de construcción nacional. Es un proyecto para estructurar la sociedad humana según una propuesta radical: que la justicia y la compasión deben regir la convivencia entre las personas.

No se puede construir una sociedad en abstracto. Las comunidades necesitan espacio físico. Una nación necesita fronteras, recursos e infraestructuras. Si el propósito del judaísmo es demostrar cómo es la civilización humana cuando está ordenada por la ley divina, entonces requiere un lugar real donde pueda tener lugar esa demostración. Una misión sagrada exige una geografía sagrada.

Por eso la tierra no es algo accesorio en el judaísmo: es donde la teoría se convierte en práctica, donde los ideales se hacen carne y piedra. La Torá no se limita a imaginar un mundo mejor, sino que proporciona las coordenadas en las que debe construirse un modelo de ese mundo.

La narración bíblica no se limita a mencionar la Tierra de Israel: orbita a su alrededor. Desde las promesas a los patriarcas hasta todo el éxodo y la experiencia del desierto, la historia avanza inexorablemente hacia un destino. Entender la Tierra como algo central y no periférico cambia la forma en que leemos la propia Escritura.

Esto es lo que hace que el Génesis sea indispensable. Antes de las leyes, antes de los mandamientos, antes de cualquiera de las instrucciones detalladas que llenan desde el Éxodo hasta el Deuteronomio, aprendemos que el Creador de todas las cosas hizo promesas específicas sobre un lugar concreto. El Génesis no es sólo una historia de fondo: es el fundamento que da coherencia a todo lo demás.

Rabí Isaac comprendió que la apertura de la Torá tenía un propósito, al establecer desde el principio que la promesa de la tierra tiene un peso divino. Rashi valoró tanto esta idea que la convirtió en la primera enseñanza de su comentario, una obra que ha dado forma a la enseñanza judía durante casi mil años.

En nuestro mundo contemporáneo, en el que la existencia de Israel sigue siendo polémica y los lazos judíos con la tierra se cuestionan constantemente, esta antigua estructura habla con notable claridad. La Torá comienza con la creación, con promesas divinas, con una visión que vincula a un pueblo con un lugar. Que esta conexión tiene su origen en el propio Creador: ésta es la afirmación que hace la Torá desde su primer versículo.

Shira Schechter

Shira Schechter is the content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. She earned master’s degrees in both Jewish Education and Bible from Yeshiva University. She taught the Hebrew Bible at a high school in New Jersey for eight years before making Aliyah with her family in 2013. Shira joined the Israel365 staff shortly after moving to Israel and contributed significantly to the development and publication of The Israel Bible.

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