Lo admito. Me gusta dormir hasta tarde en Shabat. Así que cuando mi precioso hijo de diez años empezó a darme codazos en el hombro a las 6 de la mañana del sábado, tuve la tentación de darme la vuelta y esconderme bajo las mantas. Pero no lo hice. Ser padre no es un trabajo de nueve a cinco, es 24/7 e incluso un poco más que eso.
La Torá alude a ello cuando dice:
Pero una cosa es ser padre y otra enseñar. ¿Acaso no se suele enseñar en horarios fijos? Y aunque no sea así, la mayoría de las veces se hace sentado en una mesa o pupitre, ya sea en casa o en un aula. No cuando uno está fuera o tumbado. ¿Por qué nos ordena la Torá que enseñemos a nuestros hijos en esos momentos extraños?
Todo padre sabe que cuando estás delante de tu hijo, cada aspecto de ti está bajo los focos. Todas tus acciones son escrutadas por unos ojitos que lo ven todo. Ningún niño aceptará una norma que tú incumplas. Lo más doloroso es ver a tu hijo imitando un mal hábito tuyo.
Lo que la Torá quiere decir en este versículo es que tus hijos aprenden observándote: viendo cómo te acuestas y cuándo te levantas y todo lo demás, todo el día, todos los días. Nuestros hijos pueden incluso intuir cómo actuamos cuando no estamos en casa. Enseñar a nuestros hijos no tiene horarios ni lugares fijos. No hay planes de lecciones establecidos. Los niños aprenden de sus padres en un proceso que lo abarca todo.
Nuestros hijos nos observan tan de cerca que incluso pueden ver lo que hay en nuestros corazones, precisamente como afirma la Torá en el versículo anterior:
La Torá también nos dice cuál será la recompensa por educar a nuestros hijos de esta manera:
Los niños observan constantemente nuestras acciones y leen nuestros corazones. Les enseñamos en los momentos en que aprendemos algo juntos o mantenemos una conversación significativa, pero aprenden aún más de nosotros, y sobre nosotros, en los demás momentos, cuando llevamos a cabo las actividades cotidianas. Debemos tener cuidado de comportarnos de un modo que queramos que nuestros hijos imiten, y procurar que nuestro corazón esté a la altura de nuestro comportamiento.