La cura bíblica de la ansiedad

mayo 18, 2025
Date Trees in a line in a farm in central Israel (Shutterstock)

Cuando aparece la ansiedad, los terapeutas actuales recomiendan algo llamado método 5-4-3-2-1. Es sencillo: cuenta cinco cosas que puedas ver, cuatro que puedas tocar, tres que puedas oír, dos que puedas oler y una que puedas saborear. Desarrollado en las últimas décadas como parte de la terapia del trauma y ampliamente utilizado para los ataques de pánico, este método sitúa a la persona en el mundo físico cuando su mente está girando fuera de control. El acto de contar obliga al cerebro a ir más despacio, a reorientarse, a prestar atención a lo que es real y no a lo que se teme.

Pero mucho antes de que los libros de texto de psicología o los influenciadores del bienestar se dieran cuenta, la Biblia ya conocía el poder de contar.

Una y otra vez, cuando el pueblo de Israel se sentía abrumado, inseguro o errante, Dios le dijo que contara. Cuenta los días. Cuenta a la gente. Cuenta las ofrendas. Cuenta los años. No era trabajo divino. Era una recalibración sagrada.

Lo que nos lleva a la pregunta:
¿Por qué nos pide la Biblia que contemos? ¿En qué debemos fijarnos cuando Dios nos manda numerar las cosas?

Empecemos por uno de los ejemplos más claros: Sefirat HaOmer, la Cuenta del Omer. En Vaikrá (Levítico), Dios ordena al pueblo que cuente 49 días desde la segunda noche de Pésaj (Pascua judía) hasta la fiesta de Shavuot, la entrega de la Torá en el Sinaí. He aquí el versículo:

¿Por qué contar los días desde el Éxodo hasta el Sinaí? Porque la liberación no es suficiente. La libertad debe ir seguida de un propósito. Sin la Torá, la libertad se convierte en caos. Pero en lugar de chasquear los dedos y dar la Torá de inmediato, Dios hace que el pueblo cuente. Les enseña a caminar por el tiempo con intención, día a día, preparando sus corazones.

Es el mismo instinto divino que subyace a la orden de contar a los israelitas en el desierto. En Bamidbar (Números), Dios dice a Moisés que realice un censo -kolzekhar le-gulg’lotam, «cada varón según su cráneo»-, una frase increíblemente íntima. Cada cabeza importa. No sólo para la preparación militar. No sólo para la logística. Por dignidad. Por su valor.

Es imposible leer el libro de los Números y perderse el mensaje: contar no es sólo aritmética. Es atención. Es relación. Cuando Dios cuenta al pueblo, está diciendo: Os veo. No eres invisible. No eres un borrón entre la multitud. Eres un nombre, un rostro, un alma.

Pero la Biblia no sólo nos muestra cómo contar bien. También nos muestra lo que ocurre cuando contamos por razones equivocadas.

Por ejemplo, el rey David. En contra del consejo de su general Yoav, David insiste en hacer un censo del pueblo, no por orden de Dios, sino por la suya propia. El texto no explica del todo su motivación, pero está claro que no estaba bien. Quizá fuera orgullo. Tal vez fuera control. Fuera lo que fuese, desencadenó la ira divina, y el pueblo sufrió por ello.

Contar es poderoso. Cuando se hace con humildad, santifica. Cuando se hace con ego, corrompe.

Esta doble naturaleza del recuento -su santidad y su peligro- es la razón por la que la Torá introduce el concepto del machatzit ha-shekel, el donativo de medio shekel. Al hacer el censo, cada persona debe dar una moneda, y se cuentan las monedas, no las personas:

¿Una plaga de contar? Sí. Porque los seres humanos no son números. Cuando lo olvidamos, corremos el riesgo de reducir las almas a estadísticas. El medio shekel nos recuerda: cuenta con reverencia.

La Biblia también utiliza el recuento para dar esperanza. El profeta Jeremías dice al pueblo en el exilio que volverán al cabo de 70 años. No «finalmente». No «algún día». Setenta años. Específicos. Contables. Redentores. Cuando Ezequiel yace de costado durante 390 días por los pecados de Israel y 40 por los de Judá, cada día es un símbolo contado. Cada uno importa.

El mensaje de Dios es claro: el exilio no es interminable. El sufrimiento no es eterno. Incluso en la oscuridad, hay un calendario.

Y eso nos lleva de nuevo a la herramienta moderna de la ansiedad.

Lo que los terapeutas enseñan hoy a la gente durante los ataques de pánico -contaralgo real- esprecisamente lo que Dios enseñó a Israel en el desierto, en el exilio y en los espacios sagrados del Templo. Cuenta tus días. Cuenta tus ofrendas. Cuenta tus bendiciones. No porque los números en sí tengan magia, sino porque el acto de contar enseña presencia, orden y esperanza.

Contar frena el caos. Restablece los límites. Te dice: el momento no es infinito, y el miedo tampoco. Puedes avanzar. Día uno, día dos, día tres. No estás perdido. Estás en camino.

Y tal vez por eso suplica el rey David:

Cuando contamos las cosas correctas, recordamos lo que importa. Hacemos que el tiempo sea sagrado. Hacemos que se vea a la gente. Convertimos el miedo en dirección. Y recordamos que el mismo Dios que cuenta estrellas y naciones también nos cuenta a nosotros.

Tú también puedes formar parte de un movimiento que cuenta. En Israel365 hemos lanzado nuestra campaña anual con una profunda misión: Ser una luz para Israel. Como declaró Isaías: «Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh se eleva sobre ti». (Isaías 60:1)
Ahora más que nunca, en estos tiempos difíciles, Israel necesita que tu luz brille intensamente. Cuando apoyas este movimiento histórico de redención, no sólo das: te conviertes en parte de la profecía cumplida.

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Sé la Luz. Encuentra la Bendición.

Sara Lamm

Sara Lamm is a content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. Originally from Virginia, she moved to Israel with her husband and children in 2021. Sara has a Masters Degree in Education from Bankstreet college and taught preschool for almost a decade before making Aliyah to Israel. Sara is passionate about connecting Bible study with “real life’ and is currently working on a children’s Bible series.

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