El mundo no puede apartar la mirada de Jerusalén. Este domingo por la noche celebraremos el Día de Jerusalén, que marca el momento en que, en 1967, los soldados judíos regresaron al Muro Occidental tras 2.000 años de exilio. Sin embargo, mientras nosotros lo celebramos, el mundo conspira. Las Naciones Unidas intentan repetidamente internacionalizar nuestra ciudad santa, despojándola de la soberanía israelí. Las potencias europeas exigen la división de Jerusalén. La Autoridad Palestina la reclama como su capital. Y lo que es más revelador, Hamás bautizó su masacre del 7 de octubre como el “Diluvio de Al-Aqsa”, centrando su campaña de terror en el Monte del Templo de Jerusalén, a pesar de que este lugar nunca aparece en el Corán. Cuando los terroristas de Hamás atacaron brutalmente las ciudades fronterizas del sur de Israel, su grito de guerra se centró directamente en Jerusalén.
¿Qué explica esta obsesión por Jerusalén? Reyes y emperadores, califas y sultanes, primeros ministros y presidentes, todos han intentado reclamar Jerusalén como suya. El profeta Zacarías previó este fenómeno cuando escribió
Esta profecía se desarrolla ante nuestros ojos mientras Jerusalén sigue siendo el epicentro del conflicto mundial. La fijación desafía toda explicación racional: Jerusalén no es especialmente estratégica desde el punto de vista militar, carece de recursos naturales y no se encuentra en ninguna ruta comercial crítica. Sin embargo, los líderes mundiales llevan siglos maquinando su posesión.
Para entender este misterio, primero debemos comprender las limitaciones fundamentales que definen la propia existencia humana.
Tres limitaciones principales limitan a todos los seres humanos a lo largo de la historia. La primera es la limitación de lugar. No puedes estar simultáneamente en Jerusalén y en Nueva York. Tu cuerpo físico te ancla a un único lugar en un momento dado. A lo largo de la historia, los seres humanos han intentado superar esta limitación aumentando la velocidad de movimiento, desde los caballos hasta los trenes y los aviones. La tecnología actual crea la ilusión de trascender el lugar mediante las videollamadas y la realidad virtual. Sin embargo, la limitación fundamental sigue existiendo. Tu cuerpo físico ocupa exactamente una posición en el espacio, nunca más.
La segunda limitación es el tiempo. Sólo existes en el momento presente, nunca en el pasado ni en el futuro. El pasado se ha ido para siempre; el futuro permanece inalcanzable. La ciencia ficción se obsesiona con los viajes en el tiempo precisamente porque esta limitación nos resulta tan opresiva. Estudiamos la historia para comprender lo que nos precedió. Hacemos planes y predicciones para prepararnos para el futuro. Sin embargo, seguimos siendo prisioneros del momento presente, incapaces de retroceder o avanzar en el eje del tiempo.
Estas dos limitaciones físicas conectan con un tercer límite aún más restrictivo: el confinamiento del yo. Siempre seguirás siendo tú: nunca experimentarás la existencia como otra persona. Este aislamiento nos impulsa a leer literatura, ver películas y entablar conversaciones profundas. Buscamos desesperadamente ventanas a otras mentes, a otras experiencias. Sin embargo, a pesar de estos intentos, todo permanece filtrado a través de nuestra conciencia personal. El yo está encerrado por todos lados, sin verdadera entrada ni salida.
En Jerusalén, estas fronteras se disuelven de formas que no se encuentran en ningún otro lugar de la tierra.
Los sabios llamaron a Israel eretz hatzvi – “la tierra de los ciervos”, haciendo referencia a las palabras del profeta Daniel: “Y llegó a la tierra de los ciervos” (Daniel 11:16). Nuestra tradición explica que, al igual que la piel de un ciervo tiene la capacidad única de expandirse y contener mucha más carne de lo que parece posible, la Tierra de Israel contiene mucha más gente de lo que inicialmente parece posible. Esta elasticidad espiritual se intensifica a medida que uno se acerca a Jerusalén.
Los Sabios enseñan que “nadie dijo nunca que Jerusalén estaba demasiado llena para ellos”(Avot 5:5). Durante las fiestas del Templo, millones de peregrinos inundaban Jerusalén y, sin embargo, milagrosamente, todos encontraban acomodo. Las leyes físicas que rigen el espacio empezaron a aflojarse en la atmósfera de Jerusalén.
Esta trascendencia de los límites normales alcanzó su punto culminante en el Santo de los Santos, donde el Arca de la Alianza “no ocupaba espacio”(Bava Batra 99a). El Talmud explica que la distancia de cada pared al Arca era de diez codos, mientras que toda la sala medía veinte codos, una imposibilidad matemática. Los sabios concluyeron que el Arca “se mantuvo en pie por milagro”, más allá de las leyes de la física.
En Yom Kippur (el Día de la Expiación), el día más sagrado del año judío, el Sumo Sacerdote entraba en este espacio trascendente. En ese momento sagrado, se superaban simultáneamente las tres limitaciones humanas. El Sumo Sacerdote trascendía la autolimitación al representar y encarnar el alma colectiva de Israel: su corazón contenía los corazones de todos los israelitas, como afirma la Torá: “Aarón llevaba sobre su corazón el juicio de los hijos de Israel” (Éxodo 28:30). Entró en el Lugar Santísimo, un lugar que trascendía las leyes espaciales normales. Y en el Yom Kippur, trascendió el tiempo mismo, ya que este día existe fuera de los límites temporales normales, lo que permite volver a acontecimientos pasados para la expiación, como está escrito: “Porque en este día expiará por vosotros” (Levítico 16:30).
Éste es el secreto de Jerusalén. En esta ciudad, la humanidad puede escapar momentáneamente de los confines de la existencia ordinaria. Jerusalén opera dentro de una física espiritual diferente, ofreciendo un portal a algo más allá de nuestra limitada realidad. Esto explica por qué Jerusalén sigue siendo el bien inmueble más disputado de la tierra: porque, en algún nivel profundo, la humanidad la reconoce como la puerta a la trascendencia. (Rabino Ouri Cherki, Un pensamiento claro: El Mundo y el Hombre en las Enseñanzas de Rav Kook, 154)
Cuando Israel recuperó Jerusalén en 1967, los soldados judíos lloraron ante el Muro de las Lamentaciones. Sus lágrimas no eran sólo patrióticas o históricas: estaban experimentando esa cualidad trascendente que hace que Jerusalén sea única entre todas las ciudades. La reunificación de Jerusalén no fue sólo una victoria militar; fue la restauración del acceso de la humanidad a la puerta divina, donde podemos ir más allá de nuestro yo finito.
¡Experimenta el poder transformador de Jerusalén este domingo!
Te invitamos a participar en un acontecimiento extraordinario este domingo, en vísperas del Día de Jerusalén (25 de mayo). Nuestra espectacular “Celebración” Sé una luz para Israel cumple 13 años de conectar a personas de todo el mundo con el corazón bíblico de Israel.
A partir de la 1pm CST (2pm Este, 12pm Montaña, 11am Pacífico), nuestro evento “Sé una luz para Israel” contará con poderosos testimonios de jóvenes líderes que compartirán sus historias personales sobre cómo la conexión con Jerusalén ha transformado sus vidas y su fe. Los asistentes también verán contenidos exclusivos nunca vistos que demuestran el significativo impacto de Israel365. El acto culminará con una ceremonia especial en honor de Steven y Jayne Foss, que recibirán el prestigioso Premio “Luz para Israel” en reconocimiento a sus destacadas contribuciones.
Tras 13 años bendiciendo a Israel, Israel365 se adentra en un nuevo nivel de impacto. Al igual que Jerusalén une el cielo y la tierra, el pasado y el futuro, Israel365 te conecta directamente con el corazón palpitante de la ciudad eterna de Dios.
Únete a nuestros anfitriones, el rabino Tuly Weisz y el rabino Rami Goldberg, en esta celebración virtual mientras nos unimos en una poderosa oración comunitaria por Israel. Cada donativo realizado durante esta celebración se DOBLARÁ a través de nuestro programa especial de donativos de contrapartida. Tu contribución fortalecerá el futuro de Jerusalén y te permitirá participar en nuestro exclusivo sorteo de auténticos tesoros israelíes.
Inscríbete ahora para unirte a nosotros el domingo en esta celebración histórica mientras nos unimos para asegurar la capital eterna e indivisa de Israel para las generaciones venideras.