Pocas cosas hay más poderosas que el amor de un padre por sus hijos. A lo largo de la Biblia, vemos muchos ejemplos de padres que estaban dispuestos a sacrificarlo todo por sus hijos e hijas.
Una de las historias bíblicas sobre el amor paterno que me parece especialmente conmovedora procede de un lugar improbable. Es la historia de Judá, hijo del patriarca Jacob. La historia de Judá es tanto una demostración de lealtad a la familia como de amor paterno (y fraterno). Échale un vistazo.
La vida de Judá dio un giro trágico cuando murieron sus dos hijos mayores, dejando al menor, Sela, como único superviviente. Más tarde, cuando la hambruna se apoderó de la tierra, Judá viajó a Egipto con sus hermanos para mendigar alimentos. El visir egipcio exigió que el hermano menor, Benjamín, se quedara como garantía. Judá no podía soportar la idea de que su padre perdiera otro hijo. Dio un paso al frente y se ofreció en lugar de Benjamín, dispuesto a convertirse en esclavo para que su hermano pudiera ser libre.
El acto desinteresado de Judá resuena a través de los tiempos, como un testimonio de la profundidad de la devoción de un padre. Estaba dispuesto a renunciar a su propia libertad y a su futuro para evitar a su padre la insoportable agonía de perder otro hijo. La voluntad de Judá de sacrificarse muestra la expresión más pura del amor de un padre.
Miles de años después, otro padre judío tomó la misma valiente decisión. Su nombre es Sa’ar Axelrod.
Sa’ar es un trabajador tecnológico de 36 años que llevaba una vida tranquila en el centro de Israel con su esposa, Sharon, y su hijo pequeño. Últimamente, la joven pareja esperaba con impaciencia el nacimiento de su segundo hijo, una niña. Pero todo cambió el 7 de octubre de 2023. Tras la masacre de Hamás de más de 1.200 judíos e israelíes, y la posterior guerra contra Hamás en Gaza, empezaron a llover cohetes de Hezbolá también sobre la frontera norte de Israel. Israel estaba siendo atacado en múltiples frentes.
Y Sa’ar fue llamado a filas para servir en una unidad de combate que defendía a su país en la frontera norte. Pasaría los siguientes cinco angustiosos meses en el frente, dejando atrás su vida feliz y su joven familia.
Para Sa’ar, defender a su país es algo más que un deber: se trata de garantizar un futuro seguro para su pueblo y, lo que es más importante, para sus propios hijos. Arriesgó su vida para que su hijo y su hija nonata pudieran crecer en un mundo libre de la amenaza de los cohetes y el terror. Cada día que pasa en el campo de batalla es un sacrificio que hace voluntariamente por los que más quiere.
Entonces, ocurrió lo impensable la mañana del 14 de febrero de 2024. Un misil impactó directamente a sólo 5 metros de la posición de Sa’ar. Con sólo unos segundos para llegar a la sala de seguridad, Sa’ar fue alcanzado. Herido, yacía en un charco de su propia sangre, con el cuerpo atravesado por la metralla. Su cráneo se fracturó y Sa’ar sufrió una lesión cerebral traumática. En aquellos momentos de agonía, Sa’ar pensaba sobre todo en su hijo de 10 meses. «Me dije que de ninguna manera iba a crecer sin su padre», recordó Sa’ar más tarde. Pensó en su esposa Sharon, embarazada, que se había quedado sola para criar a sus hijos. Le necesitaban. Él los necesitaba. Tenía que sobrevivir.
Milagrosamente, Sa’ar se aferró a la vida en aquellos minutos críticos hasta que llegó el rescate. Un agente le curó las heridas, diciéndole al principio que sólo tenía un «pequeño rasguño» para que se tranquilizara, cuando en realidad se encontraba en estado grave. Sa’ar fue trasladado en helicóptero a un hospital donde le operaron de urgencia para extraerle la metralla, repararle los intestinos y detener la hemorragia que casi le costó la vida. Ahora pasa meses en el hospital recuperándose de su traumatismo craneoencefálico, lesiones nerviosas y otras heridas devastadoras.
Al igual que el Judá bíblico, Sa’ar puso el bienestar de sus hijos por encima de su propia vida. Estaba dispuesto a hacer el sacrificio definitivo para que pudieran tener un futuro hermoso y significativo en Israel. Sin embargo, cuando Sa’ar yacía destrozado y sangrando en el campo de batalla, sólo podía pensar en su familia. En última instancia, su amor por ellos le dio la fuerza sobrehumana para seguir con vida.
Hoy, Sa’ar sigue hospitalizado, en rehabilitación intensiva y con una larga recuperación por delante. Se enfrenta a facturas médicas crecientes, pérdida de ingresos y un futuro incierto. Pero su único objetivo es curarse para poder volver a casa con sus hijos. «Mi mayor sueño es volver a casa y levantar a mi bebé con las dos manos», dice. «En eso pienso cada mañana y cada noche antes de irme a dormir».
Este Día del Padre, honremos a los padres valientes como Sa’ar Axelrod, que ejemplifican la verdad eterna de que no hay mayor amor que dar la vida por otro. Como Judá antes que él, Sa’ar estaba dispuesto a renunciar a todo para estar al lado de su familia y crear un mundo más seguro para que lo heredaran.
Mientras reflexionamos sobre los sacrificios realizados por los padres bíblicos, recordemos también los retos a los que se enfrentan las familias israelíes de hoy en día, como los Axelrod. Si te sientes movido a ayudar, tu contribución puede marcar una diferencia significativa en el apoyo a la familia de Sa’ar durante este difícil momento. Uniéndonos como comunidad, podemos expresar nuestro agradecimiento a quienes se dedican a garantizar la seguridad y el bienestar de Israel.
Por favor, dedica un momento a rezar por la curación y el bienestar de nuestro amigo Sa’ar. La oración se incluye en hebreo, inglés y transliterada a continuación.
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Oración por un hombre enfermo
מִי שֶׁבֵּרַךְ אֲבוֹתֵינוּ אַבְרָהָם יִצְחָק וְיַעֲקֹב מֹשֶׁה וְאַהֲרֹן דָּוִד וּשְׁלֹמֹה הוּא יְבָרֵךְ וִירַפֵּא אֶת (פלוני בן פלונית), הַקָּדוֹשׁ בָּרוּךְ הוּא יִמָּלֵּא רַחֲמִים עָלָיו לְהַחֲלִימוֹ וּלְרַפְּאֹתוֹ וּלְהַחֲזִיקוֹ וּלְהַחֲיוֹתוֹ, וְיִשְׁלַח לוֹ מְהֵרָה רְפוּאָה שְׁלֵמָה מִן הַשָּׁמַיִם לְרַמַ»ח אֵבָרָיו וּשְׁסָ»ה גִּידָיו בְּתוֹךְ שְׁאָר חוֹלֵי יִשְׂרָאֵל, רְפוּאַת הַנֶּפֶשׁ וּרְפוּאַת הַגּוּף, הַשְׁתָּא בַּעֲגָלָא וּבִזְמַן קָרִיב. וְנֹאמַר אָמֵן:
Mi shebbeirach avoteinu avraham yitzchak veya’akov mosheh ve’aharon david ushelomoh hu yevarech virappei et (inserta el nombre del enfermo, hijo del nombre de la madre del enfermo), hakkadosh baruch hu yimmalle rajamim alav lehachalimo ulerappe’oto ulehachaziko ulehachayoto, veyishlach lo meherah refu’ah sheleimah min hashamayim lerama «ch eivarav ushesa gidav betoch she’ar cholei yisra’el, refu’at hanefesh urefu’at hagguf, hashta ba’agala uvizman kariv. Venomar amen:
Que Aquel que bendijo a nuestros padres, Abraham, Isaac y Jacob, Moisés y Aarón, David y Salomón, bendiga y cure a (inserta el nombre del enfermo, hijo del nombre de la madre del enfermo). Que el Santo, bendito sea, se llene de misericordia por él, para devolverle la salud y curarle, para fortalecerle y vigorizarle. Y que Él se apresure a enviarle desde el cielo una recuperación completa de sus 248 partes corporales y 365 venas, entre los demás enfermos de Israel, una curación del espíritu y una curación del cuerpo; Ahora, con prontitud, y en un tiempo próximo, y digamos: Amén.