Los nombres hebreos de los libros de la Torá se nombran por la primera palabra que aparece en cada libro. Así, el nombre hebreo del libro del Levítico es Vayikra (וַיִּקְרָא), que significa «Y llamó». Esta llamada se refiere a Dios llamando a Moisés desde el interior del Tabernáculo. La letra final de esa palabra es un alef (א) y es muda. Cuando un escriba escribe un rollo de la Torá, esta alef se escribe notablemente más pequeña que las demás letras de esa palabra.

Una interpretación explica que el aleph de Vayikra es pequeño ya que, por pudor, Moisés quiso escribir inicialmente vayikar, que significa «sucedió», sin aleph. Esto habría implicado que Dios le habló por casualidad. Esta es, de hecho, la palabra utilizada en la historia de Dios hablando con Balaam. Sin embargo, Dios ordenó a Moisés que escribiera la palabra con alef, especificando que Dios le habló intencionadamente. Moisés siguió la orden de Dios pero, por modestia, escribió la alef pequeña.
Otro comentario explica que el mensaje «grande aleph» de Dios fue el que Moisés recibió en el monte Sinaí. El mensaje «pequeño aleph» era un mensaje menor, más diluido, que el pueblo era capaz de comprender. Era lo que Moisés transmitía desde el Tabernáculo.
El rabino Abraham Twerski enseñó que la letra alef simboliza el aprendizaje de la Torá:
El mensaje del diminutivo aleph es que sólo se puede aprender cuando se es humilde», escribió el rabino Twerski. «Hay personas muy brillantes que no aprenden mucho porque creen que ya lo saben todo. La vanidad es un obstáculo para el aprendizaje».
Es interesante observar que la alef del nombre de Adán, al principio del Libro de las Crónicas, se escribe notablemente más grande que las demás letras, como para compensar su diminuta contrapartida en Vayikra. Los sabios han sugerido que esto implica que el engreimiento de Adán en el pináculo de la creación (en contraste con la humildad de Moisés) condujo a su caída. En este sentido, Moisés, y la Torá que presentó a Israel, fue el tikkun (arreglo) del pecado de Adán.
El rabino Jonathan Sacks sugirió que la carta implicaba una lección sobre la intencionalidad al servicio de Dios:
La letra alef es casi inaudible. Su aparición en un sefer Torá al principio de Vaikrá (el «pequeño alef«) es casi invisible. No esperes -está dando a entender la Torá- que la presencia de Dios en la historia sea siempre tan clara e inequívoca como lo fue durante el Éxodo de Egipto y la división del Mar Rojo. Durante gran parte del tiempo dependerá de tu propia sensibilidad. Para los que miran, será visible. Para los que escuchen, se oirá. Pero primero tienes que mirar y escuchar. Si decides no ver ni oír, entonces Vayikra se convertirá enVayikar. La llamada será inaudible. La historia parecerá mera casualidad.