¿Has tomado alguna vez una decisión que te pareció acertada en ese momento, para darte cuenta más tarde de que te llevó más lejos de donde querías ir? Tal vez te quedaste callado cuando deberías haber hablado, te alejaste cuando deberías haberte acercado, o tomaste el camino conocido cuando tu corazón te empujaba a otra parte.
La vida está llena de estos momentos: pasos hacia delante, hacia atrás y hacia los lados. No es un camino recto, sino más bien una danza: tropezar, pivotar y volver a intentarlo. Y dentro de este ritmo impredecible hay algo asombrosamente esperanzador: las segundas oportunidades.
Uno de los ejemplos más bellos de esto es una fiesta bíblica poco conocida llamada Pésaj Sheni, la Segunda Pascua. Se celebra el 14 de Iyar, exactamente un mes después de la Pascua, y existe únicamente para dar a la gente una segunda oportunidad de hacer lo que no hicieron la primera vez.
En tiempos bíblicos, el Cordero Pascual se ofrecía en el Templo la víspera de la Pascua. Pero algunos individuos estaban descalificados: habían entrado en contacto con la muerte o estaban demasiado lejos para llegar a Jerusalén a tiempo. Por ley, no podían participar.
Pero este pueblo no aceptó su exclusión en silencio. Acudieron a Moisés y Aarón con una súplica:
Moisés llevó su pregunta a Dios, y la respuesta de Dios fue extraordinaria. Hizo un hueco en la ley para ellos y para las generaciones futuras. Los impuros o distantes podían traer su ofrenda un mes más tarde. En otras palabras, tenían otra oportunidad.
Es más, estas categorías -contaminadospor la muerte y en un camino lejano-no son sólo condiciones logísticas. Son metáforas de estados del ser que todos experimentamos.
Todos sabemos lo que se siente al estar espiritualmente distante, desconectado de nuestros valores, de nuestro sentido del propósito, de nuestra conexión con Dios. A veces, nos encontramos recorriendo un camino que está tan lejos de casa que apenas nos reconocemos. Ése es un tipo de muerte: el entumecimiento, la deriva, la apatía.
Pero Pésaj Sheni nos lo recuerda: podemos dar la vuelta.
El mensaje de Dios no se refería sólo al ritual del Templo. Era una declaración para todos los tiempos:
No estás atascado. Nunca estás demasiado lejos. Y yo te esperaré.
La desconexión suele introducirse sigilosamente, a través de la costumbre, la rutina o la resignación. Puede que no nos demos cuenta de lo lejos que nos hemos desviado hasta que llega un momento de claridad. Puede llegar como un susurro o como un golpe en las tripas. Pero cuando llega, se nos invita a empezar de nuevo.
Ésta es la esencia de la teshuvah -a menudotraducida como arrepentimiento, pero más profundamente entendida como retorno-. No se trata sólo de arrepentirse. Se trata de reorientarse. Es la decisión de volver a lo que realmente somos, de salvar la distancia entre la vida que vivimos y la vida para la que estamos destinados.
Pésaj Sheni nos dice: ¿te lo has perdido? Inténtalo de nuevo. ¿No estabas preparado? Ahora lo estás. ¿Estabas lejos? Acércate ahora, aún estás a tiempo.
No importa lo desconectado, lo distante o lo tarde que sea, el camino a casa siempre está abierto.
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