En la sofocante oscuridad de un túnel de Hamás, a cientos de metros bajo la superficie de Gaza, un joven israelí se aferraba a un desgastado panfleto como a un salvavidas. Durante 27 agonizantes días, Omer Shem Tov había oído los tanques de los soldados israelíes sobre su cabeza, tan cerca que casi podía tocar la libertad, pero imposiblemente lejos. Cuando por fin se desvanecieron los sonidos y los soldados se marcharon, sus captores le trajeron algo que pensaron que podría ser útil: restos de material de lectura que las tropas habían abandonado, pidiéndole que tradujera lo que suponían que eran códigos militares.
Entre los papeles esparcidos había un sencillo folleto de Jabad que hablaba de la porción semanal de la Torá. El corazón de Omer se aceleró cuando lo abrió y descubrió la historia de José: arrojado a un pozo por sus propios hermanos, vendido como esclavo, encarcelado por cargos falsos, pero finalmente convertido en el segundo al mando de Egipto. En ese momento, atrapado en su propia fosa de los tiempos modernos, Omer encontró algo más poderoso que cualquier estrategia militar: la esperanza arraigada en la sabiduría antigua.
Omer Shem Tov no era especialmente religioso antes del 7 de octubre de 2023. Como muchos jóvenes israelíes, tenía fe en Dios pero no vivía según una estricta observancia religiosa. Era simplemente un joven que disfrutaba de la vida en el festival de música Nova cuando los terroristas de Hamás destrozaron su mundo y lo arrastraron al cautiverio. Pero a veces hacen falta nuestros momentos más oscuros para revelar la luz que llevamos dentro.
Durante sus meses de cautiverio, Omer descubrió que la supervivencia no consistía sólo en soportar penurias físicas, sino en alimentar el alma. Alejado de todo lo que le era familiar, empezó a reconectar con rituales religiosos y oraciones que había aprendido en la infancia pero que rara vez practicaba. Cada ritual se convirtió en un acto de resistencia, cada oración en una declaración de que su espíritu permanecía intacto.
El panfleto se convirtió en su tesoro. Lo leyó miles de veces, absorbiendo cada palabra, cada atisbo de significado. La historia de José se refería directamente a su situación con una relevancia asombrosa. Como a José, a Omer le habían arrancado la vida sin previo aviso. Como José, le habían arrojado a un pozo y se había encontrado a merced de quienes le consideraban menos que humano. Y, como José, se aferró a la creencia de que aquella oscuridad no era el final de su historia.
Estas palabras de la Biblia hebrea no eran sólo historia antigua para Omer: eran un espejo que reflejaba su propia experiencia. La historia de José le recordaba que, incluso en el pozo más profundo, incluso en la prisión más oscura, la presencia de la Divinidad nunca nos abandona. Nos transforma, nos prepara y, en última instancia, nos eleva más alto de lo que jamás imaginamos posible.
No se le escapaba la ironía de que sus captores, en su intento de descifrar lo que creían que eran secretos militares, le habían dado sin darse cuenta el arma más poderosa de todas: el sustento espiritual. No podían comprender que no se trataba de planes de batalla escritos en papel, sino de planes de batalla escritos en el corazón: estrategias para soportar lo insoportable, para encontrar la luz en la oscuridad absoluta.
Cada vez que Omer volvía a abrir aquel folleto, no se limitaba a leer palabras, sino que se unía a una conversación que se remontaba a miles de años atrás. Estaba conectando con José en su prisión egipcia, con sus antepasados que se habían enfrentado a la persecución y habían salido fortalecidos, con todas las personas que alguna vez se habían encontrado en una situación imposible y habían descubierto que la fe podía ser su brújula de vuelta a casa. Y, en última instancia, estaba conectando con Dios.
Su libertad física llegaría con el tiempo, pero su liberación espiritual ya había comenzado en aquel túnel. Al reconectar con su herencia y abrazar el poder de los rituales y la oración, Omer no sólo sobrevivió a su cautiverio, sino que descubrió partes de sí mismo que no sabía que existían.
El extraordinario valor de Omer Shem Tov ante un sufrimiento inimaginable nos muestra el increíble poder de la fe y la conexión espiritual para sostener el espíritu humano incluso en las circunstancias más desesperadas. Nos enseña que ninguna oscuridad es absoluta, ninguna situación está fuera del alcance de la esperanza. Al presenciar su extraordinario viaje espiritual a través de una adversidad tan extrema, se nos recuerda la profunda fuerza que puede surgir cuando conectamos con algo más grande que nosotros mismos.