¿Por qué tenemos que pasar por esta guerra? ¿Por qué tienen que sufrir tan terriblemente tantos heroicos israelíes? Como judíos, nos enorgullecemos de evitar la pregunta del por qué (la-mah), centrándonos en cambio en el qué (le-mah) nos llama Dios a hacer. Hasta que llegue plenamente la redención, no tendremos todas las respuestas. Pero mi corazón me dice que debemos intentar comprender los amplios contornos del plan de Dios.
Moisés, por supuesto, tenía razón. ¿No había sufrido ya bastante el pueblo? ¿Por qué le envió Dios ante el faraón, sólo para empeorar la situación aún más de lo que ya estaba? Y si Moisés podía hacerse esta pregunta, ¿no podemos nosotros?
Dios responde instando a Moisés a dar un paso atrás y ver el panorama general:
En otras palabras: «No te fijes sólo en este momento concreto. Sí, Mi pueblo está sufriendo terriblemente en este momento, pero su sufrimiento es necesario para traer una salvación mucho mayor que cualquier cosa que puedas imaginar.»
«Porque la angustia vendrá como un río; el espíritu de Dios es maravilloso en ella. Y un redentor vendrá a Sión…»(Isaías 59:19-20). El rabino David Kimche explica «‘Porque la angustia vendrá como un río’ se refiere a la guerra contra Gog y Magog, que traerán angustia a la Tierra de Israel. Pero entonces llegará el espíritu de Dios y los borrará del mundo… y entonces ‘un redentor vendrá a Sión'». Dios deja bien claro, en este versículo y en muchos otros, que la redención llegará a través del sufrimiento. Pero, ¿por qué debe Israel soportar el dolor atroz de la guerra antes de disfrutar finalmente de la paz?
«Es un principio general: siempre que Dios desea elevar a una persona o al mundo, siempre que Dios desea traer el bien al mundo, sólo ocurre mediante un plan profundo y oculto. Por esta razón, el dolor se produce inevitablemente antes que el bien. Como dicen los propios Sabios: «Dios dio tres dones a Israel, y todos ellos llegaron a través del sufrimiento». Éstos son: La Torá, la Tierra de Israel y el mundo venidero'» (Rabí Moshé Hayyim Luzzato, Da’at Tevunot 146).
Por doloroso que sea, existe una correlación directa entre el sufrimiento y la grandeza. Reflexionando sobre la muerte prematura de sus padres por enfermedad y las terribles penurias que ella y su hermano se vieron obligados a soportar durante su infancia, la escritora Mary McCarthy escribe: «Si ambos hubieran vivido, habríamos sido una familia católica unida, más bien de clase media y sana… Me veo casada con un abogado irlandés y jugando al golf y al bridge, haciendo retiros de vez en cuando y suscribiéndome a un Club del Libro Católico. Sospecho que sería más bien corpulenta… El hecho es que Kevin y yo somos los únicos miembros de la generación actual de nuestra familia que hemos hecho algo fuera de lo común… ¿Fue algo bueno, entonces, que se «llevaran» a nuestros padres, como por algún designio superior?». ( Recuerdos de una niñez católica, 16-17).
El verdadero crecimiento requiere resistencia. Cuando el bien no progresa y no consigue actualizar su potencial, las fuerzas del mal se oponen al bien y lo obligan a despertar, avanzar y desarrollarse de formas que nunca imaginó que podría hacerlo.
Ésta es la respuesta a la pregunta de Moisés.
Cuanto más nos perseguían los egipcios, más hijos teníamos y más fuertes nos hacíamos. Por dolorosa que fuera, la aflicción era necesaria para convertirnos en la nación que estamos destinados a ser.
Dios ha elegido a nuestra generación para la grandeza. El camino puede ser amargo, pero nos esperan grandes días.
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