Dos Promesas, Una Tierra: Por qué Dios habla de forma diferente en tiempos diferentes

junio 12, 2025
View of the Golan Heights (Shutterstock.com)
View of the Golan Heights (Shutterstock.com)

El amor del pueblo judío por la tierra de Israel es un amor loco. Día tras día, mes tras mes, año tras año, luchamos, sangramos y morimos por el derecho a vivir en esta pequeña franja de tierra a lo largo del Mediterráneo, entre Siria y Egipto. No es un vínculo normal de una nación con su patria. Como Dios deja claro en la Biblia, esta relación trasciende los lazos típicos que atan a un pueblo a su territorio. La conexión de Israel con la tierra es más profunda que la política, más profunda que el nacionalismo, más profunda incluso que la propia supervivencia.

Sin embargo, una lectura atenta de las Escrituras revela un intrigante enigma que llega al corazón de esta relación. Al principio del Éxodo, se nos prometió explícitamente:

Este versículo lo deja muy claro: la tierra es una herencia ancestral, transmitida de generación en generación por nuestros antepasados. Pero más adelante, en el Éxodo, nos encontramos con algo diferente:

¿Por qué utilizaría la Escritura dos términos completamente distintos para describir nuestra relación con el mismo trozo de tierra? ¿La tierra de Israel es un don o una herencia, y qué diferencia hay?

Imagínate a un anciano, destrozado por la pobreza, sobreviviendo a duras penas al día a día. Dile que le espera una gran herencia, y observa cómo se transforma su rostro. La promesa le da fuerzas para soportar el hambre de hoy, porque sabe que mañana le espera la abundancia. Pero coge a un joven que acaba de empezar en la vida y prométele la misma herencia, y podrías destruirle. ¿Para qué trabajar duro? ¿Para qué desarrollar el carácter? ¿Para qué superar las dificultades si el dinero le caerá encima?

Los Sabios enseñan que Dios habla a Su pueblo del mismo modo que un padre sabio habla a sus hijos: de forma diferente, según lo que necesiten oír.

En los buenos tiempos: La Tierra como Regalo

Tras el Éxodo de Egipto, cuando los israelitas se preparaban para entrar en la tierra como pueblo libre, el mensaje de Dios cambió al lenguaje del don. Esto no fue casual. Un pueblo libre que entraba en su patria necesitaba comprender algo crucial: esta tierra viene con condiciones. “Y les dio las tierras de las naciones, y heredaron el trabajo de los pueblos, para que observaran Sus estatutos y guardaran Sus leyes” (Salmos 105:44-45).

Un regalo exige gratitud. Un regalo puede retirarse. Cuando caminamos libremente por nuestra tierra, cuando nuestros enemigos están tranquilos y nuestras fronteras son seguras, debemos recordar que Israel es un don de Dios, no algo que merezcamos simplemente porque nuestros antepasados vivieran aquí. Lo poseemos gracias a la gracia divina y a nuestra obediencia a Sus caminos. En el momento en que lo demos por sentado -en el momento en que asumamos que merecemos la tierra simplemente en virtud de nuestro linaje- nos arriesgamos a perder el fundamento espiritual que realmente nos da derecho a ella.

Por eso la segunda promesa habla de que la tierra nos es “dada”. En tiempos de libertad y fuerza, no debemos dar por sentada la tierra. Debemos ser dignos del don de Dios.

En Tiempos Oscuros: La Tierra como Herencia

Pero durante la aplastante esclavitud de Egipto, bajo los brutales latigazos de los capataces del faraón, los israelitas necesitaban un mensaje totalmente distinto. En su hora más oscura, necesitaban saber que, por desesperada que pareciera su situación, poseían un derecho inquebrantable a la tierra de sus padres. Por eso la primera promesa declara “Y os la daré en herencia”.

Una herencia no puede ser arrebatada por ningún poder terrenal. Incluso cuando estamos dispersos en el exilio por las naciones, nuestra conexión con la tierra permanece inquebrantable, porque fluye de un pacto eterno, no de tratados humanos ni de acuerdos políticos.

El rabino Yaakov Moshe Charlap explica la distinción: En una venta o un regalo, una vez concluida la transacción, el vendedor o el donante dejan de mantener una conexión con el objeto. Pero con una herencia, la presencia de quien la lega permanece para siempre incrustada en ella. Por eso, en la Tierra de Israel siempre sentimos la presencia de Aquel que nos la dio: Dios mismo. Nos dio la tierra como herencia y se entregó a Sí mismo junto con la tierra.

Cuando nos damos cuenta de que Dios habita con nosotros en la tierra durante estos tiempos dolorosos, sacamos una fuerza tremenda. Nos dio la tierra como herencia, y se entregó a Sí mismo junto con la tierra.

Esta comprensión transforma la forma en que vemos la tierra de Israel en nuestro propio tiempo. La tierra es simultáneamente nuestra herencia y el don de Dios. Como herencia, no nos puede ser arrebatada por ningún decreto humano. Como don, exige nuestra continua valía espiritual y conexión con lo Divino.

Hoy, mientras Hamás, Hezbolá e Irán se dedican a borrarnos de la tierra, y mientras naciones farisaicas como Inglaterra, Francia y Canadá amenazan a Israel y exigen que entreguemos Judea y Samaria para crear otro Estado terrorista árabe más, debemos recordar: Israel es nuestra herencia. Nos pertenece como Dios prometió a Abraham, Isaac y Jacob. Ningún poder mortal -por poderoso que sea, por numeroso que sea- podrá jamás anular nuestro derecho a esta tierra. La escritura se firmó en el Cielo mucho antes de que se levantara y cayera el primer imperio humano. Nuestra reivindicación es anterior a la existencia de cualquier otra nación, y sobrevivirá a todas ellas.

Rabbi Elie Mischel

Rabbi Elie Mischel is the Director of Education at Israel365. Before making Aliyah in 2021, he served as the Rabbi of Congregation Suburban Torah in Livingston, NJ. He also worked for several years as a corporate attorney at Day Pitney, LLP. Rabbi Mischel received rabbinic ordination from Yeshiva University’s Rabbi Isaac Elchanan Theological Seminary. Rabbi Mischel also holds a J.D. from the Cardozo School of Law and an M.A. in Modern Jewish History from the Bernard Revel Graduate School of Jewish Studies. He is also the editor of HaMizrachi Magazine.

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