Los últimos capítulos del Libro del Éxodo completan la sección que trata de la construcción del Tabernáculo. Los últimos versículos son especialmente interesantes.
Dos veces nos dice la Escritura que la gloria de Dios ha llenado el Tabernáculo, que, en esencia, para eso era el Tabernáculo. Cuando Dios instruyó por primera vez a Moisés sobre esta cuestión, dijo
Es evidente que, al hacer que Su gloria llene el Tabernáculo, Él habita entre Su pueblo.
Pero es este llenado del Tabernáculo lo que impide entrar a Moisés. Esto parece contradecir otra afirmación que Dios hizo anteriormente sobre la finalidad del Tabernáculo:
Si, en efecto, el Tabernáculo está destinado a que Moisés se reúna con Dios y reciba allí Sus instrucciones para los Hijos de Israel, ¿cómo es que Moisés no puede entrar en el Tabernáculo?
Hay comentarios que sitúan a Moisés a la entrada del Tabernáculo o, al menos, a la entrada del santuario interior del Tabernáculo, y que es allí donde Dios habla a Moisés. Dado que la palabra «Tabernáculo» se refiere indistintamente a todo el complejo y al santuario más interior, este comentario es razonable.
El Midrash, sin embargo, ofrece una perspectiva diferente. Moisés es un hombre justo y ha hecho exactamente lo que Dios le ha pedido. Dios le pidió que construyera un Tabernáculo y así lo hizo, lo más rápidamente posible. Y cuando el Tabernáculo estuvo terminado, se quedó fuera, sobrecogido por la presencia de Dios, dudando si entrar en la Tienda del Encuentro. El Midrash cita entonces a Dios diciéndose a Sí mismo «No está bien que Moisés, que construyó el Tabernáculo, permanezca fuera mientras Yo estoy dentro. Le llamaré para que entre». Por tanto, continúa la Biblia:
El Midrash entrelaza el final del Éxodo con el principio del Levítico en un relato cohesionado. Al hacerlo, retrata a Dios como un amable anfitrión, que reconoce el importante papel de Moisés en la construcción de una casa para Él. Y retrata a Moisés como el humilde y justo siervo de Dios que, a pesar de haber terminado la construcción del Tabernáculo y conocer su finalidad como lugar de encuentro entre Dios y él, duda en entrar en el santuario debido a su temor ante la presencia de Dios. Es Dios, por tanto, quien llama a Moisés y le hace señas para que entre.
La esencia del Tabernáculo, pues, es la llamada de Dios al hombre, la creación de un entorno en el que el hombre pueda acercarse a Dios. El lugar se crea, no por necesidad del hombre, ni por iniciativa suya, sino porque Dios comprende nuestra necesidad de sentir Su presencia entre nosotros. Y, como Moisés, cuando dudamos en entrar, Él nos hace señas.