Durante la última semana de agosto, mi marido y yo nos tomamos un descanso del trabajo para pasar tiempo de calidad con nuestra familia antes de que los niños volvieran al colegio. Nos embarcamos en una serie de excursiones de un día, empapándonos de los últimos días de verano y de la belleza de los paisajes de Israel. Mientras viajábamos de un lugar a otro, nos apoyamos en Waze, confiando en la aplicación para que nos guiara por rutas conocidas y desconocidas.
Una tarde, mientras conducíamos por una carretera especialmente pintoresca, Waze nos indicó de repente que tomáramos un desvío inesperado. La nueva ruta parecía completamente fuera del camino, y mi marido y yo intercambiamos miradas de desconcierto. A pesar de nuestro escepticismo inicial, seguimos las instrucciones. Mientras conducíamos por este camino desconocido, mi marido hizo una observación reflexiva: «Cada vez me parece más que Waze es como Dios, no literalmente, claro. A veces te lleva en direcciones que no parecen tener sentido, pero siempre tiene en cuenta tus intereses y sabe qué es lo mejor para ti al final».
Sus palabras me trajeron a la mente un versículo de Proverbios:
Al igual que Waze, la vida nos presenta a menudo desvíos, giros inesperados que nos hacen cuestionar la dirección que tomamos. En esos momentos, es fácil sentirse perdido o frustrado, sobre todo cuando el camino que tenemos ante nosotros parece más largo o complicado de lo que esperábamos. Sin embargo, la Biblia nos enseña que, al igual que confiamos en una aplicación de navegación para que nos guíe en nuestros viajes físicos, debemos confiar en Dios para que nos guíe en los viajes espirituales y emocionales de nuestras vidas.
La sabiduría de Proverbios nos anima a confiar en el plan de Dios, incluso cuando desafía nuestra comprensión. Al igual que Waze puede redirigirnos para evitar un atasco o un cierre de carretera que no vemos, la guía de Dios a menudo nos aleja de obstáculos que no podemos ver. Aunque no siempre entendamos por qué se nos guía por un camino determinado, se nos recuerda que hay una perspectiva mayor en juego, una que ve más allá de nuestra visión inmediata.
Cuando los israelitas entraron en el desierto tras huir de Egipto, la Biblia nos dice:
Dios no les condujo por el camino más corto hacia la Tierra Prometida. En lugar de ello, les llevó por un camino más largo e indirecto a través del desierto, junto al Mar de las Cañas. A los israelitas, este desvío pudo parecerles innecesario o confuso. Pero Dios sabía lo que ellos no sabían: que la ruta más directa les llevaría a enfrentarse a los filisteos, un enemigo formidable contra el que aún no estaban preparados para luchar. El camino más largo era para su protección, tanto física como emocional, y en última instancia les condujo a un milagro en el Mar.
En nuestras vidas modernas, puede que no estemos vagando por un desierto literal, pero todos experimentamos periodos de incertidumbre, duda y desvíos que desafían nuestra fe y paciencia. Es en esos momentos cuando se nos pide que confiemos en la sabiduría de Dios, que nos sometamos a Él y que creamos que el camino que seguimos nos conducirá finalmente a donde necesitamos estar. El viaje puede ser más largo de lo que esperamos, pero está diseñado para nuestro crecimiento, protección y bien final.
Al igual que Waze nos llevó sanos y salvos a nuestro destino aquel día, Dios también nos guía hacia donde debemos estar. Puede que la ruta no sea siempre la que habíamos previsto, pero es la mejor para nosotros. Nuestro papel es confiar en Él, dejar de lado nuestra necesidad de controlar el resultado, y tener fe en que Él nos está guiando por el camino correcto.
Así que, mientras seguimos viajando por la vida, que todos encontremos la paz en la confianza en el camino, incluso cuando nos lleve en direcciones inesperadas. Y que recordemos siempre que, como un guía sabio y amoroso, Dios nos conduce constantemente hacia lo que es mejor para nosotros, incluso cuando el camino no está claro. En esos momentos de incertidumbre, podemos consolarnos sabiendo que cada desvío forma parte de un plan divino y que, al final, llegaremos exactamente adonde debemos estar.
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