Durante dos milenios, la tierra de Israel permaneció desolada, sin árboles ni vegetación, un inquietante reflejo del exilio del pueblo judío. La Biblia predice esta desolación, como dice en Levítico 26:32:
Pero la Biblia también predice el eventual resurgimiento de la tierra como signo de redención:
Los sabios del Talmud identificaron este florecimiento de la tierra como uno de los signos más claros de que la redención es inminente. Cuando la tierra empieza a dar de nuevo sus productos al pueblo judío, señala que el tiempo del exilio está terminando y que se acerca la era de la redención.
A lo largo de los siglos, muchos visitantes de Israel comentaron la naturaleza estéril e inflexible de la tierra. Mark Twain, que la visitó en 1867, la describió como «un país desolado cuya tierra es suficientemente rica, pero está entregada por completo a las malas hierbas». Cuando el pueblo judío se dispersó en el exilio, la tierra se negó a florecer. Los intentos de otras naciones por cultivarla fracasaron en gran medida.
Sin embargo, cuando el pueblo judío empezó a regresar con el advenimiento del sionismo moderno a finales del siglo XIX, ocurrió algo milagroso: la tierra empezó a florecer de nuevo. Huertos, viñedos y campos de cultivo surgieron donde antes sólo había rocas y tierra seca. Como si despertara de un largo letargo, la tierra respondió al regreso de su pueblo.
Este fenómeno sigue siendo evidente hoy en día. En algunas partes de Judea y Samaria, las ciudades árabes a menudo permanecen en gran parte estériles, mientras que las comunidades judías cercanas están rodeadas de una exuberante vegetación y una agricultura próspera. Parece como si la tierra mantuviera una conexión única con el pueblo judío, floreciendo en su presencia. Sin embargo, este renacimiento no se limita únicamente al pueblo judío. La Biblia también habla del papel que desempeñarán los no judíos en la restauración de la tierra:
Isaías imagina un futuro en el que «extranjeros» y «forasteros» ayudarán a reconstruir las ruinas y a cultivar los campos. En otras palabras, cuando los gentiles unan sus fuerzas a las del pueblo de Israel, sus esfuerzos combinados producirán una fecundidad aún mayor.
Esta asociación puede verse en iniciativas como la campaña de Israel365 para plantar árboles en Israel en memoria de las víctimas de la tragedia del 7 de octubre. Tales esfuerzos, en los que participan judíos y cristianos por igual, cumplen la visión bíblica de renovación y sanación de la tierra de Israel. A medida que la tierra sigue floreciendo y dando frutos, se erige como un poderoso símbolo de esperanza y redención, no sólo para el pueblo judío, sino para todos los que trabajan juntos para restaurar su belleza y vitalidad. La transformación de la tierra no es meramente agrícola, sino que apunta al cumplimiento de antiguas profecías y al amanecer de una nueva era de paz y unidad.
Desde el 7 de octubre, miles de hectáreas de bosques israelíes han sido destruidas. Reconstruye Israel y honra a las víctimas del 7 de octubre plantando un árbol en Israel: un símbolo perdurable de esperanza y resistencia.