De 1948 a 1967: El secreto de la victoria de Israel

junio 3, 2024
Rays of sun over the Western Wall in Jerusalem (Shutterstock.com)

En 1967, algo extraordinario ocurrió en las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Después de que Egipto, Siria y Jordania declararan la guerra a Israel, las FDI derrotaron milagrosamente a todos los enemigos de Israel en todos los frentes. Lo más significativo fue que el ataque jordano dio luz verde a las FDI para liberar la Ciudad Vieja de Jerusalén, incluidos el Muro de las Lamentaciones y el Monte del Templo, donde se encuentran el Primer y el Segundo Templos. Durante 19 años, de 1948 a 1967, estos lugares sagrados estuvieron bajo control jordano, y a ningún judío se le permitió entrar en la Ciudad Vieja. En 1948 nació Israel, pero era como un cuerpo sin corazón.

Los paracaidistas israelíes, impertérritos ante el implacable fuego de francotiradores de la Legión Jordana, corrieron por las antiguas callejuelas, impulsados por un propósito singular: liberar el corazón de su nación. Este acontecimiento trascendental, contra todo pronóstico, marcó la milagrosa reunificación de Jerusalén y encendió una ola de alegría y asombro sin parangón en todo el país.

El rabino Moshe Tzvi Neriah (1913-1995) formuló una profunda pregunta tras esta milagrosa victoria: ¿Por qué tuvieron que pasar 19 años para que Jerusalén se reuniera con sus legítimos propietarios, el pueblo de Israel? La respuesta, propuso el rabino Neriah, reside en la esencia misma de Jerusalén: «una ciudad unida como una sola» (Salmo 122:3). El Talmud de Jerusalén explica que Jerusalén «une a cada judío con el otro». Jerusalén está destinada a ser un punto focal de unidad y cohesión para el pueblo judío (Baba Kama 7:7).

Los sabios utilizaron una frase peculiar al enseñar que la ofrenda pascual sólo puede traerse en la ciudad de Jerusalén. Para esta ofrenda, explica el Talmud, es necesario que «todo Israel entre por una sola puerta» (Zevachim 114b). Esta expresión única de unidad – «entrar por una sola puerta»- resuena con un profundo significado profético.

Reflexionando sobre las divisiones que asolaron Israel durante la Guerra de Independencia de 1948, el rabino Neriah reveló cómo las luchas internas obstaculizaron la conquista de la ciudad. En aquella época, no existían unas Fuerzas de Defensa de Israel unidas, sino que distintas milicias como la Haganá y Etzel operaban de forma independiente, sin un mando unificado. Este enfoque fragmentado reflejaba la desunión dentro de la nación. Al igual que la ofrenda pascual exigía que «todo Israel entrara por una sola puerta», la liberación de Jerusalén también exigía un frente unificado. La ausencia de cohesión entre las fuerzas judías en 1948 impidió que se cumpliera el destino de Jerusalén.

Mientras que en 1948 no había unidad y las distintas facciones tenían cada una sus propios programas y milicias, en 1967 todo había cambiado. Las fuerzas israelíes estaban ahora unidas bajo la bandera de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Judíos de todos los orígenes -judíos religiosos, miembros de kibbutz laicos, judíos de todas las razas- estaban unidos bajo una misma bandera. Lucharon hombro con hombro, sin divisiones, con un único objetivo: recuperar Jerusalén. Y la recuperaron. Cuando atravesaron la Puerta de los Leones, no fue sólo una victoria militar: fue un testimonio del poder de la unidad, una demostración de lo que se puede conseguir cuando la gente se une por un objetivo común.

La misma dinámica se produjo la primera vez que el pueblo de Israel conquistó Jerusalén. Cuando Josué conquistó la tierra de Israel, no consiguió tomar Jerusalén. Sólo 400 años después, cuando el pueblo de Israel se unió por fin bajo el gobierno del rey David, pudo tomar Jerusalén.

Como «todo Israel» se unió, merecieron ir a Jerusalén.

Las lecciones de Jerusalén son relevantes para todos nosotros, tanto cristianos como judíos. Cuando aprendamos a dejar a un lado nuestras diferencias y discusiones, por legítimas que sean, y permanezcamos juntos, hombro con hombro, Dios permanecerá junto a nosotros y nos dará la fuerza para derrotar a los numerosos enemigos que amenazan a Israel y a Estados Unidos.

Mantengamos la Tierra de Dios, un movimiento innovador de cristianos y judíos dedicado a reforzar y defender el derecho de Israel a su corazón bíblico, es el ejemplo perfecto de lo que judíos y cristianos podemos conseguir cuando nos mantenemos unidos. Desde el lanzamiento de este movimiento en febrero, el grupo ya ha causado impacto en los medios de comunicación y en Washington DC, y lo mejor está aún por llegar.

Si aún no lo has hecho, asegúrate de unirte al movimiento. Juntos, defenderemos a Israel y conservaremos la tierra de Dios.

Rabbi Elie Mischel

Rabbi Elie Mischel is the Director of Education at Israel365. Before making Aliyah in 2021, he served as the Rabbi of Congregation Suburban Torah in Livingston, NJ. He also worked for several years as a corporate attorney at Day Pitney, LLP. Rabbi Mischel received rabbinic ordination from Yeshiva University’s Rabbi Isaac Elchanan Theological Seminary. Rabbi Mischel also holds a J.D. from the Cardozo School of Law and an M.A. in Modern Jewish History from the Bernard Revel Graduate School of Jewish Studies. He is also the editor of HaMizrachi Magazine.

Suscríbete

Regístrate para recibir inspiración diaria en tu correo electrónico

Entradas recientes
Que ningún niño se quede atrás: El mensaje de los Cuatro Hijos
La Santa Compra de un Oficial
Dos Años Después: La transformación bíblica del rabino Leo Dee tras el terrorismo

Artículos relacionados

Por: Eliyahu Berkowitz

Subscribe

Sign up to receive daily inspiration to your email

Iniciar sesión en Biblia Plus

Suscríbete

Regístrate para recibir inspiración diaria en tu correo electrónico