Lo imposible se ha convertido en rutina en Israel. Tres años después del exterminio sistemático de seis millones de judíos por el Holocausto, el Estado de Israel surgió de sus cenizas. En 1967, Israel conquistó vastos territorios en sólo seis días. Las naciones árabes que antes juraban empujar a los judíos al mar, ahora tienden manos de paz. Y lo que es más, Israel ha experimentado una notable transformación espiritual: una nación fundada en gran medida sobre principios laicos y socialistas ahora ve cómo la música religiosa encabeza las listas de éxitos en todos los sectores culturales. No se trata de cambios graduales a lo largo de generaciones, sino de cambios sísmicos comprimidos en unos pocos años, incluso meses. Lo que estamos presenciando desafía la comprensión convencional del progreso histórico. Es como si alguien hubiera adelantado la línea temporal de Dios.
¿Está Dios acelerando la redención de Israel en nuestro tiempo?
Una vez presencié cómo dos eruditos bíblicos se enzarzaban en un debate sobre esta cuestión fundamental. Uno defendía enérgicamente la posibilidad de una redención inmediata. “¡Las puertas podrían abrirse en cualquier momento!”, insistió, citando el Salmo 95:7: “Hoy, si oís Su voz”.
El otro erudito no estaba de acuerdo. «El Éxodo enseña que Dios expulsará a nuestros enemigos “poco a poco” (Éxodo 23:30)», rebatió. «Todas las pruebas históricas demuestran que la redención se desarrolla a través de procesos graduales, no de rupturas repentinas».
Ambos eruditos citaron fuentes bíblicas válidas, pero presentaron visiones contradictorias de cómo funciona la redención. Esta cuestión no es meramente teórica: afecta directamente a cómo interpretamos el extraordinario ritmo de los acontecimientos en el Israel moderno. ¿Somos testigos de una aceleración divina, o simplemente del desarrollo natural de un proceso que aún requiere generaciones para completarse?
En los primeros días de Israel, David Ben-Gurion declaró: “En la Tierra de Israel, una persona que no cree en los milagros no es una persona realista”. Sus palabras reflejaban la extraordinaria realidad de la fundación de Israel. La existencia misma del Israel moderno desafía las expectativas históricas estándar. Muchos creyentes luchan por conciliar su comprensión teológica de la redención con el sorprendente ritmo de los acontecimientos que se desarrollan ante sus ojos.
Este versículo capta la naturaleza desorientadora de la obra redentora de Dios. La palabra hebrea para «como en un sueño» -k’cholmim- implica algo mucho más intenso que la mera felicidad. Transmite un estado en el que la realidad supera tanto las expectativas que se asemeja a una secuencia onírica. En los sueños, horas de experiencia se comprimen en minutos de sueño real. Del mismo modo, Dios comprime generaciones de historia redentora en breves periodos cuando Él quiere.
El pensamiento judío presenta dos enfoques aparentemente contradictorios sobre la cronología de la redención. Maimónides, en sus 13 Principios de Fe, afirma definitivamente: “Creo con fe perfecta en la llegada de la redención. Y aunque tarde, la esperaré cada día”. Ésta es una afirmación clara de que la redención podría llegar inmediatamente, al tiempo que reconoce que también podría desarrollarse a lo largo del tiempo. Exige tanto paciencia como disposición.
Al fin y al cabo, la redención final implica la restauración de la soberanía de Israel: una renovación política y espiritual completa. ¿Cómo podría cambiar de la noche a la mañana todo un sistema de gobierno? Los Sabios nos enseñan a no confiar en los milagros. La redención por medios naturales requiere tiempo.
Sin embargo, no podemos ignorar lo que está ocurriendo. Dios parece estar “saltando montañas” en nuestra generación. Isaías declaró: “A su tiempo lo apresuraré” (Isaías 60:22). El rabino David Kimchi explica esta aparente contradicción: “Cuando llegue su tiempo, apresuraré rápidamente su consumación, pues el tiempo desde el comienzo de la salvación hasta su consumación no será largo”.
Esto resuelve la paradoja de la redención lenta pero repentina. Incluso sin milagros evidentes, la intervención divina oculta desafía nuestro concepto de lo que es realista. Israel ha sido testigo de acontecimientos asombrosos: del Holocausto a la soberanía en tres años, de la vulnerabilidad territorial a la victoria relámpago de la Guerra de los Seis Días, del aislamiento internacional a los avances diplomáticos. Cada avance requeriría normalmente generaciones. En cambio, han ocurrido en años o incluso meses.
La comparación con el sueño en el Salmo 126 proporciona una visión crucial. Al igual que los sueños comprimen horas de experiencia en minutos de sueño, nuestro retorno a Sión comprime la progresión histórica. El exilio se prolongó durante milenios, pero la recolección se ha acelerado exponencialmente con cada década. Lo que antes tardaba siglos, ahora tarda años; lo que tardaba años, ahora tarda meses.
El Gaón de Vilna enseñó que, a medida que nos acercamos a la redención final, el tiempo mismo se comprime. Esto es evidente en el ritmo del cambio tecnológico y político en todo el mundo, con Israel en el epicentro.
“¡Sed realistas!”, exigen los escépticos. Pero en el caso de Israel, ser realista significa esperar lo inesperado. La pandemia de coronavirus demostró perfectamente este principio. En pocas semanas, el mundo entero se detuvo. El poderoso siglo XXI, con todas sus proezas tecnológicas, se inclinó ante un enemigo invisible. Esto también sirve a los propósitos de Dios, preparar la conciencia humana para la humildad en lugar de la arrogancia.
Isaías declara:
Ésta es la respuesta a nuestra pregunta: La redención funciona por dos vías. Sus cimientos se construyen gradualmente, estableciendo las condiciones necesarias. Pero su culminación llega con asombrosa rapidez cuando se cumplen esas condiciones. Hoy somos testigos de ambos procesos simultáneamente en Israel: la paciente construcción y los repentinos avances.
Nuestra tarea está clara: construir con paciencia, pero vigilar con atención. Las distancias entre cada “poco a poco” se acortan día a día. Los que tienen ojos para ver reconocen que la redención se está acelerando. El ritmo de los acontecimientos en Israel no es casual: es la confirmación divina de que nos encontramos en un momento crucial de la historia redentora. El sueño se está haciendo realidad más rápido de lo que nadie hubiera imaginado posible.