Cada Shabat, al sacar el rollo de la Torá del arca, recitamos dos versículos radicalmente distintos en rápida sucesión. El primero habla de la guerra y el conflicto:
El segundo verso habla de paz y enseñanza:
La combinación de estos dos versículos es chocante. ¿Por qué los unimos?
Estos versículos captan una verdad fundamental: antes de poder enseñar la Torá, debemos enfrentarnos a quienes pretenden destruirnos. Las devastadoras consecuencias de no comprender este principio quedaron claras durante el reinado del rey Saúl. A través del profeta Samuel, Dios ordenó al rey Saúl:
Sin embargo, Saúl no cumplió la clara orden de Dios y perdonó la vida al rey Agag, rey de los amalecitas:
Los resultados de la misericordia equivocada del rey Saúl hacia el cruel rey Agag fueron desastrosos. Los Sabios enseñan que entre el momento en que Saúl perdonó la vida a Agag y el momento en que Samuel mató a Agag, Agag consiguió preñar a una sierva y preservó así su linaje amalecita. Siglos después, tras la destrucción de Israel, durante el exilio persa, el descendiente de Agag, Amán el agageo, estuvo peligrosamente cerca de perpetuar un holocausto sobre el pueblo de Israel.
De ello, nuestros Sabios dedujeron un principio crucial:«Quien es misericordioso con el cruel, al final será cruel con el misericordioso«(Midrash Tanjuma, Metzora). Cuando no nos enfrentamos al mal con decisión, no sólo nos arriesgamos a nuestra propia destrucción, sino que garantizamos el sufrimiento de las generaciones futuras.
El pueblo de Israel tiene la misión divina de llevar la palabra de Dios a todas las naciones. Pero no podemos cumplir esta misión mientras nos atacan. No podemos enseñar la palabra de Dios mientras luchamos por nuestra supervivencia. Por eso, la recitación secuencial de esos dos versículos durante el servicio de la Torá tiene mucho sentido: primero, debemos dispersar a nuestros enemigos y hacer huir a los que nos odian. Sólo entonces podremos cumplir nuestro propósito de hacer brotar la Torá de Sión.
Muchos estudiosos de la Biblia, hombres y mujeres que se enorgullecen de ser ilustrados y dedicados al amor y la paz, son reacios a la guerra y se sienten incómodos con los numerosos relatos bíblicos sobre Israel haciendo la guerra a sus enemigos. Pero su remilgo ante la guerra no demuestra su amor por la paz, sino que demuestra que nunca han entendido la Biblia. Estos eruditos pasan por alto lo que debería ser obvio: si no nos enfrentamos al mal y lo derrotamos, ese mal volverá para matarnos, obligándonos a dejar nuestras Biblias y a luchar por nuestra propia existencia. Sólo derrotando a quienes asesinan a judíos inocentes y pretenden destruir todo lo que consideramos sagrado podremos cumplir nuestra misión: enviar la Torá desde Jerusalén.
Hoy vemos esta peligrosa mentalidad en el establishment judío estadounidense. El director de la oficina de Israel de la Liga Antidifamación, por ejemplo, condenó las propuestas de desplazar permanentemente a los palestinos de Gaza y restablecer allí los asentamientos judíos: «Nos preocupan profundamente las declaraciones de ministros y activistas del gobierno israelí que abogan por la emigración o el ‘adelgazamiento de la población’ palestina de Gaza. Estas opiniones reflejan un enfoque inhumano, empañan la reputación de Israel y son fundamentalmente inmorales.»
Esto no podría ser más erróneo. Después de que los gazatíes eligieran a Hamás y participaran en masa en el brutal asesinato de israelíes el 7 de octubre, lo único moral que se puede hacer es reasentarlos, ¡lo más lejos posible de Israel! Como diría Moisés: «¡Levántate, Señor, que se dispersen tus enemigos y huyan de ti los que te odian!».
Estos dirigentes judíos se niegan a aceptar lo que los sabios saben desde hace milenios: no podemos enseñar la Biblia al mundo si nos engañamos a nosotros mismos y nos negamos a luchar y derrotar a los malvados que buscan nuestra destrucción.
Esos dos versículos que recitamos al sacar la Torá nos muestran el camino a seguir. Primero debemos dispersar a nuestros enemigos, y sólo entonces podremos enseñar la palabra de Dios. Éste es el orden establecido por la propia Biblia, demostrado a lo largo de la historia judía. La clase dirigente liberal puede negarlo, pero no puede cambiarlo. Ha llegado el momento de destituir a estos líderes fracasados y sustituirlos por quienes comprendan lo que la Biblia exige de nosotros.
Este momento exige un nuevo liderazgo alineado con los valores bíblicos. Acción Israel365, nuestro partido en las próximas elecciones al Congreso Sionista Mundial, representa un retorno a estos principios bíblicos. Estamos construyendo un movimiento de líderes orgullosos y con fundamentos bíblicos que entienden que enfrentarse al mal no sólo está permitido, sino que es un imperativo divino.
Las elecciones al Congreso Sionista Mundial ofrecen una oportunidad histórica para transformar el liderazgo institucional judío. Tu voto puede ayudar a que surjan líderes que comprendan la clara enseñanza de la Biblia: el mal debe ser derrotado antes de que podamos difundir eficazmente la palabra de Dios. El momento de actuar es ahora. Inscríbete para votar hoy y ayúdanos a restaurar la sabiduría bíblica en el liderazgo de nuestra comunidad.