El 15 de Av, Tu B’Av, no es una fiesta bíblica. No hay sacrificios en el Templo para él, ni salmos especiales, ni leyes para prepararlo. De hecho, los sabios judíos apenas la mencionan, salvo para señalar que las noches más largas son perfectas para estudiar más la Torá, «pues la noche fue creada para el estudio». Y, sin embargo, el Talmud lo describe como el día más feliz del año, cuando las jóvenes de Jerusalén se vestían de blanco, bailaban en los viñedos y los jóvenes acudían en busca de una novia.
En el calendario hebreo, ocurrió este pasado viernes por la noche, y lo comparto aquí porque Tu B’Av nos ofrece la lente perfecta para centrarnos en la mayor historia de amor de la Biblia: no entre dos personas, sino entre Dios y el pueblo judío. ¿Por qué consideraban los Sabios que esta noche de alegría en pleno verano rivalizaba incluso con Yom Kippur? ¿Y qué revela sobre la relación de Dios con Su pueblo, un amor tan feroz como fiel?
El Cantar de los Cantares es donde esta historia de amor está escrita en su forma más vívida. Cada verso transmite la intimidad, el anhelo y la devoción de los novios. «Yo soy de mi amado y mi amado es mío» capta el compromiso mutuo y la cercanía en el corazón de la alianza.
Más adelante, el autor recuerda la pasión del Sinaí, cuando Dios e Israel se encontraron cara a cara, y habla de una relación puesta a prueba por el fracaso, pero unida por la lealtad.
No se trata de un amor construido sobre una perfección ingenua. Es una alianza que ha resistido la traición y el exilio, y que sigue uniendo de nuevo a los dos miembros de la pareja. Tu B’Av celebra ese retorno, el momento en que la distancia se cierra, las heridas empiezan a cicatrizar y la relación avanza renovada.
La primera mitad de Av es el punto más bajo del año judío. El 9 de Av marca la destrucción de los dos Templos y otras innumerables tragedias. En los días previos, celebramos festivamente la finalización de los estudios y hacemos caridad para mitigar nuestro dolor. Luego llega el 15, la luna llena, el momento decisivo. La oscuridad se disipa. La canción cambia de tono.
La historia antigua da varias razones para celebrar Tu B’Av. A las tribus se les permitió volver a casarse entre sí después de la generación de Josué. Se levantó la prohibición de casarse con miembros de la tribu de Benjamín. La última generación del desierto dejó de morir, marcando el final del castigo por el pecado de los espías. El rey Oseas eliminó las barreras que impedían a los peregrinos llegar a Jerusalén. Cada una de ellas es una historia de reconciliación, unidad y un futuro restaurado.
Desde un punto de vista espiritual, Tu B’Av es un anticipo de la redención final. Es la noche en la que la novia y el novio, Dios e Israel, vuelven a estar en sintonía, en la que se curan las brechas de la relación, en la que el corazón de la nación se abre de nuevo a la alianza y a los demás.
¿Por qué no hay oraciones adicionales? ¿Por qué no hay una larga lista de cosas que hacer y que no hacer? Porque la esencia del día no está en realizar un acto externo, sino en vivir una relación restaurada. La «orden» de Tu B’Av es alegrarse en la unidad, buscar la paz, estudiar la Palabra de Dios mientras las noches se alargan. Es una celebración interior, de las que hacen bailar a la gente en los viñedos.
Cuarenta y cinco días antes de Rosh Hashaná, incluso empezamos a desearnos ketivah vechatimah tovah, para inscribirnos y sellarnos un buen año. Aquí comienza la nueva melodía del año.
Si el 9 de Av es la herida, Tu B’Av es la cicatriz, la prueba de que la herida se ha cerrado, pero también un recordatorio de lo que costó. En el calendario de Dios, el amor no es sentimental. Se forja en el fuego de la historia, se vincula mediante un pacto y se renueva en la alegría. Por eso Tu B’Av es la mayor fiesta del amor de la Biblia, porque canta toda la canción, el éxtasis y el exilio, la armonía y la discordia, y aun así acaba en redención.
Y es una canción que merece la pena aprenderse de memoria.