El inicio de un nuevo curso escolar siempre se siente como el comienzo de un nuevo capítulo, un momento lleno de expectación, emoción y una pizca de incertidumbre. Este año es especialmente conmovedor para mí, ya que mi hijo mayor comienza el instituto, un hito que se siente como un gran salto hacia la edad adulta. Cuando se abren las puertas del instituto, no sólo se abre un nuevo curso académico, sino también una nueva etapa de la vida para nosotros como familia.
Para los padres, estas transiciones evocan una mezcla de orgullo y nostalgia. Vemos a nuestros hijos, antes tan pequeños y dependientes, convertirse ahora en personas independientes y reflexivas. Verles entrar en una nueva fase de sus vidas es emocionante, pero también está teñido de una sensación de pérdida. Su infancia parece alejarse un poco más cada día que pasa. Pero dentro de esa mezcla agridulce hay una profunda sensación de esperanza y posibilidad, ya que cada nuevo comienzo conlleva la promesa de descubrimiento, crecimiento y transformación.
Los nuevos comienzos suelen estar llenos de emociones encontradas. Para mi hijo, el instituto es una aventura emocionante pero intimidante: nuevos profesores, nuevas asignaturas, nuevas amistades y, en su caso, la vida en la residencia de estudiantes. Como padres, queremos protegerles de las dificultades del crecimiento, pero también reconocemos que las luchas a las que se enfrentan les convertirán en adultos resistentes y capaces. Sabemos que, con cada nuevo reto, aprenden algo valiosísimo sobre sí mismos, lo que fomenta la confianza, la resiliencia y la autoconciencia.
En la Torá, el viaje de los israelitas desde Egipto hasta la Tierra Prometida está lleno de una complejidad emocional similar. Tras liberarse de la esclavitud, se enfrentaron a un futuro incierto en el desierto. Su viaje fue largo y estuvo lleno de momentos de duda, miedo y queja. No siempre sabían lo que les esperaba y, a veces, incluso añoraban la familiaridad de su antigua vida en Egipto. Pero a lo largo de aquel viaje, fueron creciendo como pueblo, aprendiendo a confiar en sí mismos y en su relación con Dios.
Una de las lecciones clave del viaje de los israelitas es la importancia de afrontar lo desconocido con fe. Cuando se encontraban a orillas del Mar de las Cañas, sin saber cómo iban a cruzarlo mientras los egipcios se acercaban rápidamente por detrás, cundió el pánico:
En ese momento de miedo, Moisés respondió:
Les enseñó a confiar en la guía divina, a creer que, incluso ante la incertidumbre, no estaban solos. Del mismo modo, nosotros también debemos tener fe en que los nuevos comienzos de nuestras vidas nos llevarán adonde debemos estar. Esta historia nos recuerda que, aunque el camino a seguir no siempre esté claro, cada paso que damos forma parte de un viaje mayor de crecimiento personal y espiritual.
El comienzo del curso escolar siempre coincide con el mes hebreo de Elul, una época de renovación en el calendario judío. Elul es el último mes del año, que nos conduce al Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío. En la tradición judía, Elul es una época de introspección, preparación y renacimiento. Es un mes en el que reflexionamos sobre el año transcurrido, evaluamos nuestras acciones y pensamos en cómo queremos crecer en el año venidero.
La resonancia entre el viaje personal de empezar un nuevo curso escolar y el viaje espiritual de Elul es sorprendente. Ambos implican adentrarse en lo desconocido, cargar con las lecciones del pasado mientras nos preparamos para las oportunidades y los retos que nos esperan. Al igual que los estudiantes afilan sus lápices y preparan sus mentes para el año venidero, durante Elul afilamos nuestras almas, reflexionando sobre quiénes somos y quiénes queremos ser en el año venidero.
Cada nuevo comienzo es un regalo. Es una oportunidad para empezar de cero, para construir sobre lo que hemos aprendido y para establecer nuevas intenciones para el futuro. Ya sea un nuevo curso escolar, una nueva etapa vital o el inicio de un nuevo año espiritual, estos momentos nos invitan a hacer una pausa, reflexionar y abrazar las posibilidades que tenemos por delante.
Mientras navegamos por estos nuevos comienzos -ya sea en la escuela, en la vida o en nuestro viaje espiritual- llevamos con nosotros las lecciones del pasado, pero permanecemos abiertos a las sorpresas y oportunidades del futuro. En el equilibrio entre reflexión y anticipación, entre aferrarse y soltarse, encontramos el verdadero regalo de los nuevos comienzos: la oportunidad de crecer, explorar y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Que esta estación de nuevos comienzos nos traiga a todos crecimiento, valor y alegría mientras avanzamos con esperanza y fe.
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