El comienzo de la esclavitud de los israelitas en Egipto está marcado por el temible decreto del faraón: «Tratémoslos con astucia, para que no aumenten»(Éxodo 1:10). Sin embargo, paradójicamente, en respuesta a la creciente opresión, los israelitas florecieron: «Cuanto más se les oprimía, más crecían y se extendían»(Éxodo 1:12).
El rabino Reuven Sasson ofrece una comprensión estratificada de este pasaje, iluminando un principio fundamental en la relación entre el bien y el mal, el crecimiento y la resistencia. En un nivel superficial, hay una contra-respuesta directa de Dios a las intenciones del Faraón. El Faraón dice: «Que no aumenten», y Dios afirma: «Aumentarán». Esta interacción es una demostración clásica de la contradicción Divina a la conspiración humana, un tema recurrente en toda la Torá.
Sin embargo, profundizando más, hay una lección más profunda sobre la naturaleza del crecimiento y el papel de la adversidad. La Torá sugiere sutil pero poderosamente que es la propia presencia del mal, el rechazo, lo que cataliza el crecimiento. Este concepto resuena con una verdad universal que se observa en diversos aspectos de la vida. Al igual que los músculos se desarrollan bajo la resistencia, también lo hace el espíritu humano bajo el peso del desafío. La Torá, en su sabiduría intemporal, no se limita a relatar un episodio histórico, sino que imparte una lección vital sobre la resistencia humana y el poder transformador de las pruebas.
Esta dinámica es análoga a la forma en que se comporta el fuego con el viento. Al enfrentarse a una fuerza contraria, las llamas no disminuyen, sino que crecen, se intensifican y se propagan aún más. Esta metáfora resume maravillosamente el viaje de los israelitas en Egipto. La opresión, en lugar de frenar su crecimiento, catalizó su aumento exponencial y su fortificación espiritual.
La narración de la Torá nos invita a reflexionar sobre la finalidad del mal y del sufrimiento en el mundo. Es un instrumento divino, no para frustrar el bien, sino para estimularlo y magnificarlo. La adversidad no es un mero obstáculo; es un crisol para el desarrollo. Ante la comodidad, el miedo al cambio o lo desconocido, el crecimiento se estanca. Pero cuando Dios introduce desafíos, actúan como una llamada para que evolucionemos, superemos nuestros límites actuales y nos demos cuenta de un potencial que quizá no hayamos reconocido en nosotros mismos.
La historia de los israelitas en Egipto trasciende su contexto histórico. Habla de una verdad intemporal sobre la experiencia humana. Cada dificultad y cada prueba que afrontamos es una oportunidad de crecimiento. La existencia del mal o de la adversidad no es una mera prueba de resistencia, sino una herramienta divina para hacer aflorar la bondad y la fuerza inherentes en nuestro interior.
En nuestras vidas, al igual que en la historia de los israelitas, a menudo nos enfrentamos a retos aparentemente insuperables. Pero recordando esta lección del Éxodo, deberíamos ver estos retos no como meros obstáculos, sino como oportunidades divinas de crecimiento y desarrollo. La historia de los israelitas no es sólo un relato de sufrimiento; es una narración de crecimiento triunfante, un testamento del espíritu indomable que prospera bajo presión y florece ante la adversidad.