Por si aún no te has enterado, han pirateado el Twitter de Elmo. Ya conoces a Elmo: el querido monstruo rojo de Barrio Sésamo, el programa infantil. Como era de esperar, Elmo tiene una cuenta de Twitter (como todos los objetos inanimados) y ha sido comprometida, por no decir otra cosa. No sólo con calumnias contra Big Bird, sino con palabras viles, antisemitas y horriblemente soeces contra los judíos. Un tweet decía simplemente: «Matad a los judíos». Eso es todo lo que necesitas saber.
Era sólo un hack, informó Barrio Sésamo, pero se dice que vivimos en una época en la que se tolera este tipo de discurso de odio. Donde no se desalientan el libelo de sangre y la retórica antisemita, y donde las instituciones de la Ivy League dan la espalda a los judíos para apoyar el antisemitismo woke de hoy en día. Elmo apareció recientemente como invitado en otro programa de entretenimiento infantil, conocido por difundir mensajes antisemitas, lo que hace que algunos se pregunten si este «pirateo» fue realmente tan aleatorio después de todo. Sin embargo, como siempre, quiero llevarte de vuelta a la Torá, a la fuente, porque hay una historia de las Escrituras que puede enseñarnos y darnos una idea del moderno mundo al revés en el que vivimos. Donde las marionetas rojas de peluche pueden servir de propaganda neonazi.
La historia sorprendentemente similar de la reina Jezabel y su manipulación de la justicia se encuentra en 1 Reyes 21. Cuando Jezabel quiso la viña de Nabot para su marido, el rey Acab, no irrumpió con las espadas en alto. Fue mucho más sofisticada. Escribió cartas en nombre del rey, las selló con su sello y orquestó un procedimiento legal que acabaría con la ejecución de Nabot. El texto nos dice que «escribió cartas en nombre de Ajab y las selló con su sello, y envió las cartas a los ancianos y a los nobles que vivían con Nabot en su ciudad».
Utilizó los mismos sistemas destinados a proteger a los inocentes: el sistema legal, la monarquía, el estamento religioso, para cometer asesinatos. Pero la justicia de Dios la alcanzó. Años más tarde, Jezabel encontró su fin exactamente como había predicho el profeta Elías, demostrando que los que corrompen la justicia acaban enfrentándose a ella.
Esto es precisamente lo que ocurrió con la cuenta de Elmo. Los piratas informáticos no crearon su propia plataforma para difundir el odio, sino que secuestraron a un querido personaje infantil, con su reconocible voz y su marca de confianza. Utilizaron como arma la propia inocencia. Igual que Jezabel utilizó el sello del rey para dar a sus malvados planes apariencia de legitimidad, estos malvados modernos utilizaron el sello digital de Elmo para difundir su veneno.
La Biblia hebrea tiene un nombre para este fenómeno: sheker o falsedad, enmascarada. Cuando Isaías examinó el panorama moral de su época, vio algo que debería helarnos hasta los huesos:
El profeta no sólo describía la corrupción política, sino que diagnosticaba una sociedad en la que las propias categorías de lo correcto y lo incorrecto se habían difuminado tanto que las personas buenas se convertían en objetivos por el mero hecho de plantar cara.
Este es nuestro mundo actual. La verdad no sólo tropieza en la plaza pública; se la persigue activamente. Las mismas plataformas que deberían conectarnos y educar a nuestros hijos se han convertido en vehículos de las mentiras más antiguas. Cuando un personaje infantil puede transformarse de la noche a la mañana en portavoz de un genocidio, estamos presenciando algo mucho más siniestro que un simple pirateo.
El Talmud nos enseña que hablar mal equivale a asesinar, porque mata a tres personas: el que habla, el que escucha y aquél de quien se habla. Pero cuando ese discurso malvado se pronuncia a través de un personaje infantil de confianza, hace algo aún más devastador. Asesina a la propia inocencia. Enseña a los niños que nada es seguro, nada es sagrado y que no se puede confiar en nadie.
Sin embargo, el lamento de Isaías contiene una bendición oculta. Observa que «el que se aparta del mal se convierte en presa», lo que significa que, en tiempos corruptos, la rectitud se convierte en un objetivo. Pero esto es lo que los malvados no entienden: ser un blanco significa que estás haciendo algo bien. Cuando el mal tiene que esforzarse tanto para silenciar la verdad, significa que la verdad sigue siendo lo bastante poderosa como para amenazarles.
Por eso debemos enseñar a nuestros hijos a reconocer la diferencia entre la auténtica bondad y su falsificación. La verdadera rectitud no necesita esconderse tras máscaras ni apropiarse de la identidad de otras personas. Se mantiene en la luz, habla con claridad y construye en lugar de destruir. Cuando veamos odio disfrazado de alegría, o genocidio disfrazado de justicia, debemos llamarlo por su nombre: el antiguo enemigo con ropas nuevas.
El incidente de Elmo es una advertencia sobre lo que ocurre cuando una sociedad pierde su brújula moral. Cuando, literalmente, tienes que preguntarte cómo llegar a Barrio Sésamo, porque esto, esto no es.
Pero también es una oportunidad. Cuando el mundo sigue tropezando en la plaza pública, quienes le ayudan a volver a ponerse en pie se convierten en socios del propio Dios. Y eso, más que cualquier tweet o hack, es un legado que merece la pena dejar a nuestros hijos.