Antes de abandonar el mundo, Jacob bendice a sus hijos.
Del mismo modo, Moisés también bendice a las tribus antes de morir. Pero los dos conjuntos de bendiciones son muy diferentes.
No todas las bendiciones de Jacob son positivas. Quizá por este motivo Jacob enmarca sus últimas palabras como una visión de «lo que os sucederá en los días venideros» y no como una bendición. Estas palabras son explicadas por el comentarista bíblico conocido como el Abarbanel, que afirma que el propósito del discurso de Jacob era:
No pretendía ser una bendición, ni un reproche, ni predecir el futuro… sino decir si eran dignos o no de tener soberanía y dominio.
A continuación, Jacob se dirige a sus hijos por orden de nacimiento, empezando por Rubén y terminando por Benjamín.

Rubén es reprendido por acostarse con Bilha, una afrenta a su padre. Bereshit Rabá cita un midrash que afirma que, como primogénito, Rubén debería haber recibido tres porciones: la primogenitura, el sacerdocio y la realeza. Pero tras mentir con Bilha, la primogenitura fue transferida a José, el sacerdocio a Leví y la realeza a Judá.
Simeón y Leví están unidos en una bendición, castigados juntos por su comportamiento asesino en Siquem(Génesis 34). Es interesante observar que en las bendiciones de Moisés a las tribus, Simeón queda totalmente excluido. Aquí, el futuro papel sacerdotal de Leví está clamorosamente ausente.
Judá es bendecido como padre de la dinastía davídica y «el cetro no se apartará de Yehuda, ni el bastón de mando de entre sus pies»(Génesis 49:10) Está destinado a ser honrado por sus hermanos «hasta que venga Siloh», que Rashi afirma explícitamente que es el futuro Mesías.
La gloria explícita de la bendición de Judá contrasta con las duras palabras dirigidas a Rubén, Simeón y Leví. Resulta especialmente flagrante, ya que las acciones de Judá, instando a sus hermanos a vender a José como esclavo y su comportamiento hacia Tamar, no merecen una bendición tan gloriosa.
Varios de los hijos son bendecidos con comparaciones con animales: Judá con un cachorro de león, Isacar con un asno de huesos fuertes, Dan con una víbora, Neftalí con una cierva, Josef con un asno salvaje y Benjamín con un lobo voraz.

La bendición de Jacob a Zabulón es verdaderamente profética, pues predice su porción en Israel junto al mar varios cientos de años antes de que las porciones en Israel se asignaran por sorteo. La porción fértil de Aser en la tierra también está profetizada en la bendición de Jacob.
Jacob ya ha bendecido a los hijos de José, Efraín y Manasés, pero a pesar de ello bendice a José, aunque sin mencionar a sus hijos, a los que declaró como suyos. En el Deuteronomio, Moisés también bendice a Efraín y Manasés.
Como el más joven, Benjamín es bendecido en último lugar por su padre. Comparado con un «lobo voraz», es bendecido porque «al atardecer reparte el botín». Esto puede ser una alusión a Mardoqueo, de la tribu de Benjamín, que dirigió a los judíos en la sangrienta respuesta a Amán, repartiendo el botín tras la victoria.
