Siempre que queremos transmitir una emoción, recurrimos a los Salmos. Ya sea abrumados por la alegría o agobiados por la desesperación, siempre hay un salmo que refleja nuestros sentimientos. A menudo nos preguntamos a qué circunstancias se habría enfrentado el rey David al escribir un versículo concreto. Sin embargo, de algún modo, los pasajes de los Salmos siempre parecen hacerse eco de nuestra situación actual. Como decían los sabios, David compuso los Salmos de un modo relevante para su propia vida, para todo Israel y para todas las generaciones.
Hoy hemos elegido recitar el Salmo 3, que resuena profundamente con nuestra crisis actual.
En el Salmo 3, el rey David se encuentra en medio de una confusión personal sin parangón. Huyendo de su propio hijo, Absalón, que pretendía su trono, David se enfrentó a un tipo de traición más profunda que cualquier otra. Los versículos iniciales del Salmo 3 captan un sentimiento de desesperación y desolación. David reconoce a las multitudes que se oponen a él, que dudan de su liberación por medio de Dios.
La brutal embestida del sábado fue una traición a los principios fundamentales de la humanidad. Mientras los terroristas segaban despiadadamente vidas inocentes, la nación, al igual que David, se sintió abrumada, rodeada por todas partes de odio y violencia. Al igual que los adversarios de David dudaron de su liberación a través de Dios, nuestros enemigos cuestionan y ponen a prueba la supervivencia y la resistencia del pueblo israelí.
Sin embargo, el salmo no permanece en este espacio de desesperación. Pasa de la lamentación a una profunda expresión de fe. David habla de Dios como de un escudo protector. La mención de Dios como «El que mantiene en alto mi cabeza» es un conmovedor recordatorio de que, incluso ante la desesperación, su espíritu permanece inquebrantable. «Me acuesto, duermo y vuelvo a despertar, porque Yahveh me sostiene». Esta frase no sólo refleja la confianza de David en Dios en medio de su crisis personal, sino que también resume el espíritu israelí. A pesar del terror, la vida continúa. La gente sigue durmiendo, despertándose y continuando con sus tareas cotidianas, confiando en el sustento y la protección del Señor, nuestro escudo protector.
El grito apasionado de David: «¡Levántate, Yahveh! Líbrame, Dios mío!» es una invocación a la intervención divina. Al igual que David buscaba la liberación de sus enemigos, Israel busca la liberación de quienes desean su destrucción. La esperanza y la fe en la justicia y la protección divinas son palpables en la súplica de David. La afirmación de que la liberación pertenece al Señor subraya la idea de que la justicia y la salvación últimas proceden de un poder superior.
El final del Salmo, deseando bendiciones al pueblo de Dios, sirve para recordar el espíritu colectivo de la nación. No se trata sólo de la supervivencia individual, sino de la supervivencia y el bienestar de todo un pueblo.
En estos tiempos difíciles, el Salmo 3 nos recuerda el espíritu indomable del pueblo israelí y su fe inquebrantable ante la adversidad. Al igual que David salió de sus pruebas con una fe y una fuerza renovadas, Israel también saldrá de esta crisis más fuerte, unido y con una conexión aún más profunda con su pueblo, su fe y Dios.
