En la oscuridad de la esclavitud egipcia, cuando la esperanza parecía perdida y el futuro del pueblo judío pendía de un hilo, fueron las mujeres quienes se negaron a rendirse a la desesperación. Como enseña el Talmud «Rav Avira enseñó: Por el mérito de las mujeres justas que había en aquella generación, el pueblo judío fue redimido de Egipto» (Sotá 11b).
Al entrar en el mes de Nisán, la estación de la liberación, esta antigua enseñanza nos llama a considerar cuál fue exactamente el mérito de las mujeres justas de Egipto, y nos invita a considerar cómo ese mérito puede dar forma a las redenciones que están por venir.
Los crueles decretos del faraón estaban diseñados para aplastar el espíritu de los esclavos hebreos y extinguir su futuro. Sin embargo, allí donde el poderoso tirano tramaba la destrucción, las mujeres de Israel plantaron semillas de redención.
Cuando los maridos exhaustos se retiraban desesperados, creyendo que era mejor no traer hijos a un mundo de sufrimiento, eran las mujeres quienes reavivaban la esperanza. Los sabios nos dicen que se reunían con sus maridos en los campos, renovando la intimidad a pesar de la aplastante carga de la esclavitud. Para ellas, la continuidad misma era un acto de resistencia.
Otra forma de desafío llegó de la mano de las comadronas. Cuando el faraón ordenó a Sifra y Puah que mataran a todos los niños hebreos recién nacidos, se enfrentaron a una elección imposible: obedecer al gobernante más poderoso del mundo o seguir su conciencia y la ley de Dios. La Torá nos dice
Al ser interrogados, respondieron con astucia y valentía, explicando que las mujeres hebreas dieron a luz antes de que ellos pudieran llegar.
Este acto de desobediencia civil -quizás el primero registrado en la historia- demostró que el valor moral puede vencer incluso al poder más formidable. Estas mujeres justas comprendieron que la autoridad del Rey de Reyes prevalece sobre cualquier decreto humano.
El valor de las mujeres se vio también en otros ejemplos. Cuando el faraón decretó que todos los niños varones fueran arrojados al Nilo, Amram, líder del pueblo, se separó de su esposa Jocabed desesperado. Pero su joven hija Miriam, sabia más allá de su edad, le desafió: «Tu decreto es más severo que el del faraón. El suyo afecta sólo a los varones; el tuyo afecta a todos los niños». Conmovido por su perspicacia, Amram se reunió con Jocabed. Poco después nació Moisés.
Jocabed escondió a Moisés durante tres meses, pero cuando la ocultación se hizo imposible, lo colocó en una cesta cuidadosamente preparada entre los juncos. Miriam vigilaba cerca, vigilando el destino de su hermanito con tranquila determinación.
Por providencia divina, la hija del faraón descubrió al niño y lo tomó como suyo. Miriam, de pensamiento rápido y audaz, se adelantó y dispuso que Jocabed fuera su nodriza. Así, el futuro redentor de Israel creció con el conocimiento de su herencia, nutrido en cuerpo y espíritu para su misión divina.
Años más tarde, tras el milagroso cruce del Mar Rojo, las mujeres volvieron a ocupar el centro del escenario. Mientras Moisés dirigía al pueblo en un canto, la Torá destaca un momento sorprendente:
Según los sabios, las mujeres habían traído consigo estos instrumentos desde Egipto, confiando en que Dios haría milagros. Mientras los hombres estaban inseguros, las mujeres hacían las maletas para la celebración que sabían que se avecinaba. Su fe no era abstracta ni teórica, sino viva y activa, expresada en preparativos tangibles.
Al entrar en Nisán, el mes de la redención, se nos recuerda que las pautas de la historia siguen desarrollándose. Los sabios enseñaron que la redención de Egipto llegó gracias al mérito de las mujeres justas. Voces rabínicas posteriores ampliaron esta idea, enseñando que, al igual que las mujeres desempeñaron un papel central en la primera redención, también lo harán en la redención final.
¿Qué significa eso para nosotros hoy?
Las mujeres de Egipto nos enseñan que la redención empieza por negarse a aceptar la oscuridad espiritual como definitiva. Significa mantener la esperanza cuando la desesperación parece lógica, reunir valor moral ante la injusticia y velar por los vulnerables con amor firme. Significa vivir con tal confianza en las promesas de Dios que empecemos a prepararnos para la liberación antes de que llegue.
Al encontrarnos en el umbral de Nisán, exhortemos a las mujeres a abrazar este legado espiritual: a comprometerse profundamente en el estudio de la redención, a exigirla fervientemente en la oración y a prepararse para ella activamente mediante los hechos. Porque, como nos asegura nuestra tradición, el Dios que nos redimió una vez por el mérito de las mujeres justas, sin duda volverá a hacerlo.
En un mundo que a menudo parece oscurecerse, que nos aferremos a las palabras del profeta Miqueas: «Aunque esté en tinieblas, el Señor será mi luz»(Miq 7,8). Las mujeres de Egipto comprendieron esta profunda verdad. Ahora nos toca a nosotras encender de nuevo esa luz.
Si el mérito de las mujeres justas consiguió en su día nuestra redención, debemos preguntarnos: ¿qué acciones conseguirán hoy ese mérito? ¿A qué esperanza nos negaremos a renunciar? ¿A qué injusticia nos atreveremos a enfrentarnos?
Ahora es el momento de dar un paso adelante, como hicieron ellos.
Si eres judía -o alguien que saca fuerzas de su legado- participa en la configuración del futuro judío. Si eres judío estadounidense, tu voto en las elecciones del Congreso Sionista Mundial puede ayudar a determinar cómo se asignan los recursos vitales para apoyar a Israel y la vida judía mundial. Ésta es una forma tangible de levantarse, de manifestarse y de decir: Me preparo para la redención. ¡Vota hoy a la Acción Israel365!
Si eres un aliado cristiano, tú también puedes formar parte de este momento. Uniéndote a iniciativas como Diez de las Nacionesapoyas a tus hermanos y hermanas judíos mientras abrazan su vocación divina.
Las mujeres de Egipto no esperaron pasivamente los milagros: les hicieron sitio, se prepararon para ellos, actuaron como si fueran a llegar. Ahora nos toca a nosotros.
Apoya a Israel. Permanece con el pueblo judío. Prepárate para la redención y forma parte de ella.