Se diga lo que se diga de los dos últimos presidentes de Estados Unidos, Joe Biden y Donald Trump, una cosa está indiscutiblemente clara: la imagen moral de la presidencia estadounidense ha vivido días mejores. Joe Biden miente regularmente sobre su pasado, y parece seguro que él y su corrupto hijo se beneficiaron de negocios turbios en Ucrania y China. Mientras tanto, Donald Trump insulta regularmente a sus rivales y rehúye cualquier tipo de humildad.
¿Cómo puede Dios permitir que personas que rechazan verdades fundamentales de la Biblia se conviertan en líderes de la nación más poderosa de la Tierra? ¿Su éxito implica que Dios nos ha rechazado o se ha dado por vencido?
La Biblia responde a esta pregunta con un rotundo «¡no!».
Cuando la Biblia presenta a Jefté, el futuro juez y líder de Israel, lo hace con gran honestidad:
Hijo de una prostituta, Jefté pasó sus días con hombres de baja calaña, dirigiéndolos en incursiones contra viajeros inocentes. Su única cualidad redentora era que era un «guerrero hábil». ¡Y este hombre se convirtió en el líder de todo Israel!
A pesar de sus defectos, los Sabios explican que Jefté debe ser respetado:
«La Escritura dice también: «Y Samuel dijo al pueblo: Es el Señor quien hizo a Moisés y a Aarón» (I Samuel 12:6) y dice [en el mismo pasaje]: «Y el Señor envió a Jerobaal [Gedeón] y a Bedán [Sansón] y a Jefté y a Samuel» (I Samuel 16:11). [Vemos, pues, que] la Escritura coloca a tres de los personajes más cuestionables al mismo nivel que a tres de los personajes más estimables, para demostrar que Gedeón en su generación es como Moisés en su generación, Sansón en su generación es como Aarón en su generación, Jefté en su generación es como Samuel en su generación, para enseñarte que el hombre más despreciable, una vez que ha sido nombrado líder de la comunidad, debe ser considerado como el más poderoso de los poderosos». ( Talmud Rosh Hashana 25a)
En este pasaje, los Sabios exponen un punto extraordinario. Dios es el Amo de este mundo; nada ocurre en la Tierra sin Su participación. En algunas generaciones, Dios elige bendecir a la nación de Israel con líderes grandes y santos como Moisés, Aarón y Samuel. Pero en otras generaciones, Dios da al pueblo de Israel líderes defectuosos como Jefté y Sansón. Independientemente de la calidad de nuestros líderes, una cosa sigue siendo la misma: ¡Dios está al mando!
A pesar de sus defectos morales, hombres como Jefté y Sansón sirvieron como mensajeros de Dios en la tierra. Condujeron al pueblo elegido de Dios, la nación de Israel, a grandes y milagrosas victorias militares. Del mismo modo, en los tiempos modernos, líderes como David Ben Gurion, ateo declarado, merecieron conducir al pueblo de Israel de vuelta a Tierra Santa y establecer el Estado de Israel.
¿Por qué elige Dios traer la salvación a través de personas imperfectas e inmorales? Se trata de un gran misterio, un misterio que nos recuerda que los caminos y la comprensión de Dios son infinitamente más profundos que los nuestros. Pero una cosa está clara: independientemente de quiénes sean nuestros dirigentes, Dios nunca nos abandona al azar. Todos los acontecimientos de este mundo forman parte del plan de Dios, ¡cuya sabiduría mereceremos ver algún día!
