Las aguas se extendían ante ellos, vastas e infranqueables. Detrás de ellos, nubes de polvo se alzaban en el horizonte: los carros del faraón los perseguían, el estruendo de los cascos era cada vez más fuerte. El sabor de la libertad, tan dulce apenas unos días antes al salir de Egipto, ahora se volvía amargo por el miedo. Atrapados entre el mar y sus antiguos amos esclavistas, los israelitas se enfrentaban a lo que parecía una elección imposible: volver a la esclavitud o ahogarse en las profundidades.
Entonces se produjo el milagro. Moisés extendió su cayado sobre las aguas, como Dios le había ordenado, y empezó a soplar un fuerte viento del este. El mar se partió ante sus ojos, y sus aguas se alzaron como muros a ambos lados, revelando un camino de tierra seca a través de las profundidades. Cuando los israelitas cruzaron para ponerse a salvo, las fuerzas egipcias les siguieron en su persecución, pero fueron consumidas cuando las aguas volvieron a juntarse, sellando su destino y asegurando la liberación de Israel.
Es este dramático momento -la división del Mar- el que conmemoramos el séptimo día de Pascua. Mientras que el séder de la primera noche celebra nuestra liberación de la esclavitud egipcia, este último día marca algo igualmente profundo: la milagrosa división del Mar, cuando los israelitas recién liberados se enfrentaron a su primera prueba de fe.
La escena se describe dramáticamente en el Éxodo. Los israelitas, apenas una semana después de su liberación, se encuentran atrapados entre el ejército del faraón que avanza y las aguas infranqueables del mar. No existe ninguna vía de escape lógica. Mientras el pánico se extiende por el campamento, Moisés tranquiliza al pueblo:
Sin embargo, momentos después, la instrucción de Dios parece contradecir este enfoque pasivo:
Esta aparente contradicción revela un profundo principio espiritual: la redención divina requiere a menudo la iniciativa humana.
Según la tradición, fue en este momento crucial cuando Najshón hijo de Aminadab, príncipe de la tribu de Judá, dio aquel primer paso valiente en las aguas. Los sabios describen cómo se sumergió más y más, hasta las rodillas, la cintura y los hombros, hasta que el agua le llegó a las fosas nasales. Sólo entonces, cuando la fe humana se había demostrado a través de la acción, las aguas se separaron.
Esta historia nos enseña que los milagros no siempre preceden a la fe; a veces la fe debe venir primero. Dios quiere que confiemos en Él incluso antes de realizar milagros por nosotros.
Lo que siguió a este acto de fe no fue una mera salvación física, sino una experiencia espiritual sin parangón. Los Sabios nos dicen que, en la Partición del Mar, «hasta la más simple sierva vio un nivel de revelación divina superior al del profeta Ezequiel». Esta afirmación es extraordinaria si tenemos en cuenta que las visiones místicas de Ezequiel del Carro Divino figuran entre las más profundas de toda la Biblia. La implicación es clara: en el mar, cada persona -independientemente de su condición social, educación o sensibilidad espiritual- experimentó una revelación divina directa e inconfundible.
Esto explica por qué el cruce del mar marca la verdadera culminación del Éxodo. La libertad física les había sido concedida al salir de Egipto, pero la libertad psicológica -el conocimiento profundo y experimental de que estaban verdaderamente bajo la protección de Dios- sólo llegó en el mar.
La respuesta a esta revelación fue inmediata y profunda. La Torá nos dice
Esta efusión espontánea se conoció como «La Canción del Mar» (Shirat HaYam), un texto tan sagrado que se incluye en las oraciones diarias judías. De hecho, el comentarista medieval Rashi sugiere que esta expresión comunitaria de alegría y gratitud es la razón misma de la celebración del séptimo día de Pascua.
¿Por qué merece esto una celebración? Según el Talmud, el canto es la máxima expresión de alegría. La división del Mar no fue un milagro más: fue el momento en que el pueblo judío se sintió por fin lo bastante seguro, aliviado y agradecido como para ponerse a cantar. Desde esta perspectiva, lo que celebramos el séptimo día no es sólo el milagro en sí, sino la capacidad humana de reconocer la intervención divina y responder con gratitud.
Esta comprensión transforma el modo en que podemos abordar el séptimo día de Pascua en nuestras propias vidas. En lugar de limitarnos a conmemorar un antiguo milagro, podemos utilizar este día para reflexionar sobre momentos en los que nos hemos enfrentado a nuestros propios «mares», situaciones en las que avanzar parecía imposible y, sin embargo, de algún modo surgió un camino. Podemos preguntarnos:
¿Cuándo he necesitado dar ese primer paso valiente, como Najshon, antes de ver una solución? ¿En qué momento de mi vida he experimentado momentos de claridad que cambiaron mi comprensión de mi lugar en el universo? ¿Cómo he expresado mi gratitud por caminos inesperados?
El séptimo día de Pascua nos recuerda que la redención rara vez es un acontecimiento único. Más bien, se desarrolla como un diálogo entre la acción humana y la respuesta divina. Esta antigua historia ofrece un mensaje intemporal: a veces debemos caminar hacia las aguas antes de que se separen. Y cuando lo hacen, debemos responder con alegría y gratitud.
En nuestros tiempos difíciles -cuando las comunidades judías de todo el mundo se enfrentan a un antisemitismo creciente, cuando los rehenes siguen cautivos, cuando la discordia y la violencia parecen dominar los titulares- este mensaje adquiere una urgencia renovada. Las aguas que tenemos ante nosotros pueden parecer vastas e infranqueables. El camino a seguir no está claro. Sin embargo, el milagro en el mar nos recuerda que, incluso en nuestros momentos más oscuros, la fe puede iluminar caminos inesperados.
Mientras observamos este último día de la Pascua, recordemos que la fe no es una espera pasiva, sino un avance activo. Y cuando damos esos pasos -incluso hacia aguas aparentemente infranqueables- nos abrimos a revelaciones que pueden superar cualquier cosa que pudiéramos imaginar. Como nos aseguró el profeta Isaías
El milagro en el mar nos recuerda que nuestra historia, como el propio Éxodo, no termina con la liberación de la opresión. Continúa a través de retos que ponen a prueba nuestra fe, a través de momentos de revelación divina que transforman nuestra comprensión y a través de cantos de gratitud que expresan nuestra alegría más profunda. Al celebrar este día, afirmamos nuestra creencia de que incluso cuando el camino hacia adelante parece imposible, sólo necesitamos dar ese primer paso valiente.
—————————————————————————————————————————–
El Congreso Sionista Mundial determina cómo se asignan anualmente casi mil millones de dólares para apoyar a Israel y a las comunidades judías mundiales. En nuestro mundo posterior al 7 de octubre, la Acción Israel 365 se opone a un Estado palestino en Judea y Samaria y afirma el derecho del pueblo judío a su patria bíblica. ¡Ayuda a forjar el futuro de Israel!
Si eres judío estadounidense, tu voto en las elecciones del Congreso Sionista Mundial puede ayudar a determinar cómo se asignan los recursos vitales para apoyar a Israel y la vida judía mundial. Ésta es una forma tangible de levantarse, de manifestarse y de decir: Me preparo para la redención. ¡Vota hoy a la Acción Israel365!
Si eres un aliado cristiano, tú también puedes formar parte de este momento. Uniéndote a iniciativas como Diez de las Nacionesapoyas a tus hermanos y hermanas judíos mientras abrazan su vocación divina.
Apoya a Israel. Permanece con el pueblo judío. Prepárate para la redención y forma parte de ella.