Cabello y heroísmo

mayo 30, 2025
A beautiful view of Kibbutz Afik at sunset, Golan Heights, Israel (shutterstock)

Nos gusta que nuestros héroes sean limpios. Previsibles. Se levantan, tropiezan, vencen. Pero Sansón , el Nazir más famoso de la Biblia, no nos da ese arco. Nos confunde. A veces, el espíritu de Dios se abalanza sobre él. Otras, parece cegado no por los filisteos, sino por sus propios deseos. Entonces, ¿qué se supone que debemos hacer con un héroe como éste? Y lo que es más importante, ¿qué se supone que debemos hacer con la institución que le dio forma: el nezirut?

El Nazir se introduce en la Porción de la Torá, Behaalotecha (Números 8:1 -12:16) que leemos en la Sinagoga durante el Shabat. Es un voto espiritual, que aparta a alguien para Dios. Un Nazir se abstiene del vino, evita la impureza de los muertos y no se corta el pelo, símbolo físico de la dedicación divina:

Suena noble. Y, sin embargo, al final del voto del Nazir, éste debe traer una ofrenda por el pecado.

El Talmud (Taanit 11a) traza una línea tajante: “Si se llama pecador al nazir que sólo se abstiene del vino, ¿cuánto más al que se abstiene de muchos placeres?”. Incluso Rashi, el amado comentarista medieval, dice: el pecado es precisamente la abstención. El judaísmo, en su esencia, no idealiza la renuncia. No celebramos la abnegación por sí misma.

Entonces, ¿cómo conciliamos eso con Sansón? El Nazir más famoso de la Biblia, con una complicada historia de Herosim.

Su historia de origen parece profética. Una mujer estéril, un mensajero celestial, una misión divina. Desde su nacimiento, Sansón será un Nazir, no por elección, sino por destino. Sin embargo, su vida no parece la de un santo. Se casa con una filistea, juega con acertijos, golpea a sus enemigos por venganza. Su acto final -derribar el templo de Dagón- no está enmarcado como autosacrificio por la nación, sino como venganza “por mis dos ojos” (Jueces 16:28). ¿Así es la entrega divina?

Quizá la historia de Sansón no sea un cuento moral, sino un caso práctico.

En apariencia, Sansón es un Nazir. Pero no es un modelo de moderación, humildad o claridad. Es impulsivo, egocéntrico, incluso temerario. Y, sin embargo, el texto sigue diciéndonos que Dios está con él. .

¿Quién es “Él”? ¿Sansón o Dios? Esa ambigüedad es el núcleo de la historia.

Rav Soloveitchik enseña que la fuerza de Sansón no era sólo física: era simbólica. Su pelo sin cortar, el nezer Elokim – “la corona de Dios”- era su firma espiritual. Como los tefilín que se llevan en la cabeza, su presencia irradiaba temor divino. Los filisteos le temían porque percibían algo de otro mundo, algo que no podían explicar. No era carisma. Era kedusha -santidad- que flotaba a su alrededor incluso cuando no lograba encarnarla.

Ésa es la tensión: Sansón tenía potencial divino sin la disciplina personal para ejercerlo plenamente. Era un Nazir por vocación, no por carácter.

Y eso nos lleva a la verdadera cuestión: ¿Cuál es el papel del nazir? ¿Es un ideal o una concesión? Por un lado, la Torá permite e incluso legisla el nezirut. Por otra, exige que el nazir traiga una ofrenda por el pecado al final del mandato. Los sabios comentan que el nezirut es una mitzvá, pero que contiene en sí una transgresión sutil, porque rechaza la alegría y la belleza del mundo de Dios.

El rabino Jonathan Sacks llama a esto la diferencia entre un santo y un sabio. Los santos aspiran a la perfección, a la pureza. Pero los sabios viven entre la gente. No se retiran, sino que lideran. No se niegan a sí mismos en nombre de Dios; llevan a Dios a la desordenada realidad de la comunidad, la familia y el país. Puede que Sansón anhelara la santidad. Pero Israel necesitaba un sabio. Y en esa brecha -entre la santidad personal y la responsabilidad pública- vaciló.

¿Cuál es la conclusión?

No eduques a los niños para que huyan del mundo en nombre de Dios. Críales para que se comprometan con el mundo en nombre de Dios. El Nazir puede ser santo, pero es una santidad que se retrae. Y aunque en la Torá hay lugar para los votos y la soledad, hay una llamada mucho más fuerte: a plantar, a construir, a casarse, a dirigir.

La historia de Sansón no es una tragedia. Es una advertencia. La santidad sin autoconciencia es peligrosa. Los votos sin visión pueden destruir. Pero cuando nuestra fuerza está arraigada en el servicio -cuando nuestro poder se basa en el pueblo-, incluso los líderes imperfectos pueden sacudir los pilares de la opresión y derribar los ídolos de su época.

Y ésa, tal vez, sea la verdadera corona de Dios.

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Sara Lamm

Sara Lamm is a content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. Originally from Virginia, she moved to Israel with her husband and children in 2021. Sara has a Masters Degree in Education from Bankstreet college and taught preschool for almost a decade before making Aliyah to Israel. Sara is passionate about connecting Bible study with “real life’ and is currently working on a children’s Bible series.

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