El Salmo 122 es el tercero de una serie de quince salmos que comienzan con las palabras Cántico de ascensiones. De estos quince capítulos, sólo cuatro nombran a David como autor. Un capítulo nombra al hijo de David, Salomón (Salmo 127). Los diez capítulos restantes de esta serie no nombran a ningún autor. Esto no es inusual, muchos salmos no nombran al autor en el versículo inicial.
Puesto que diez de los quince salmos de esta serie no nombran al autor, merece la pena estudiar los salmos que sí mencionan a David. Si el Salmo 122 se hubiera escrito sin las palabras «De David» al principio, ¿cambiaría eso el significado del salmo? Puesto que la mayoría de los salmos de esta serie no mencionan a David, debemos preguntarnos: ¿por qué se le menciona aquí?
Digámoslo de otro modo. David compuso la mayor parte del libro de los Salmos. Aunque muchos capítulos fueron escritos por otros autores, casi siempre se nombra a esos autores en las frases iniciales de los Salmos. Estas frases se denominan superíndices. Abre una Biblia y hojea los Salmos y verás estas superescrituras justo al principio de la mayoría de los capítulos del libro. La mayoría de los salmos incluyen el nombre del autor, pero muchos no. Cuando David compuso los quince capítulos titulados «Cantar de los ascensos», eligió incluir su nombre en el superíndice sólo en cuatro. Por tanto, siempre que David incluyó su nombre en uno de estos capítulos, debemos suponer que la mención explícita de David por su nombre es importante para el contenido y el significado del salmo. Entonces, ¿por qué incluyó David su nombre aquí, al comienzo del salmo 122?
David nunca vio el Templo
El tema de este salmo es el Templo y Jerusalén. Como dice el versículo inicial
El salmo continúa describiendo la grandeza y la importancia de Jerusalén.
Es interesante observar que el propio David nunca estuvo en el Templo de Jerusalén. El Templo fue construido por su hijo, el rey Salomón, después de la muerte de David. Esto no fue una mera circunstancia desafortunada de la vida de David. Más bien, el hecho de que David no viviera para ver construido el Templo fue un decreto explícito de Dios.
David dijo a Salomón
David era un guerrero que había matado a muchos hombres. Ansiaba construir un Templo a Dios. Sin embargo, Dios le dijo a David que no podía ser él quien construyera el Templo. El Templo sólo se construiría bajo el reinado de su hijo, cuando David ya no estuviera. David nunca visitaría la casa del Señor construida en Jerusalén. Entonces, ¿qué quiso decir David cuando escribió: «Me alegré con los que me decían: ‘Vayamos a la casa del Señor'»?
La lección de la alegría de David
A pesar del decreto de Dios, David seguía regocijándose con la idea de un Templo que nunca merecería visitar. Se regocijó por un futuro que no viviría para experimentar. Esta alegría es una lección para todos los creyentes.
Para ilustrarlo: imagina que Dios te dijera que el Mesías vendrá poco después de que tu propia vida haya terminado. ¿Seguirías alegrándote por la buena noticia de la inminente llegada del Mesías? ¿Sería agridulce? David se regocijaba pensando en el Templo de Jerusalén, aunque el Templo sólo se construiría cuando David ya no estuviera en el mundo.
Todos los que tienen fe en el Dios de Israel saben que el final de la historia es bueno. Dios redimirá al mundo. El conocimiento de Dios llenará un día la tierra. El mal y la falsedad serán derrotados. Las promesas bíblicas del futuro glorioso para el mundo son ciertas. Y, sin embargo, todos y cada uno de nosotros sabemos que quizá no tengamos la suerte de vivir para ver el Reino de Dios en esta tierra. Lo anhelamos sabiendo al mismo tiempo que este largo proceso histórico puede muy bien llegar a su gloriosa conclusión cuando ya no estemos. ¿Somos aún capaces de alegrarnos por las promesas del futuro? ¿Estamos alegres y agradecidos al prever la gran redención de la humanidad que puede ocurrir después de que nos hayamos ido, aunque no vivamos para verla?
No se trata de un pequeño desafío para nuestras vidas de fe. Nos obliga a enfrentarnos a una cuestión fundamental relativa a nuestra devoción a los propósitos de Dios. Sabemos que la larga marcha de la historia terminará con el conocimiento de Dios cubriendo la tierra como las aguas cubren el mar(Habacuc 2:14). Sabemos que contribuimos a este futuro cuando vivimos nuestras vidas de acuerdo con la voluntad expresa de Dios. Pero, ¿qué nos motiva realmente? ¿Estamos en ello por nosotros mismos, o para servir a Dios?
Cuando nos alegramos por un futuro que no viviremos para ver, hacemos una poderosa declaración. No se trata de mí. Se trata de Dios y de Su reino. Es justo que aprendamos esta lección del rey David, el ungido de Israel. David sabía que no vería el Templo y, sin embargo, la idea del Templo le producía alegría.
Demostramos nuestra devoción a Dios cuando nos alegramos por el futuro, aun reconociendo que quizá no vivamos para verlo. El reino de Dios es una certeza. Debemos regocijarnos en este conocimiento, independientemente de lo lejos que pueda estar en el futuro.
Este artículo se ha extraído del nuevo libro del rabino Pesaj Wolicki, Versos para Sión. Versículos para Sión ofrece una profunda exploración de enseñanzas bíblicas devocionales, intrincadamente tejidas en torno a la tierra, el pueblo y el Dios de Israel. Cada página es un viaje a través de la historia y la fe, que ilumina los relatos bíblicos con interpretaciones perspicaces y sabiduría espiritual. Haz clic aquí para encargar ahora tu ejemplar de Versículos para Sión.
El rabino Pesaj Wolicki es Director Ejecutivo del Centro para el Entendimiento y la Cooperación Judeo-Cristiana de Ohr Torah Stone, y es copresentador del podcast Shoulder to Shoulder.