Aguas amargas, dulce transformación

abril 29, 2025
A lone tree in the Dead Sea (Shutterstock.com)
A lone tree in the Dead Sea (Shutterstock.com)

El sol del desierto golpeaba sin piedad cuando los israelitas llegaron a Mara, con la garganta reseca tras tres días sin agua. Cuando por fin descubrieron una fuente de agua, su alivio inicial se convirtió rápidamente en desesperación: el agua era imposiblemente amarga, imposible de beber. Esta crisis se convertiría en un importante momento de enseñanza en su viaje de la esclavitud a la alianza.

Lo que ocurrió a continuación en Marah estableció una pauta que definiría no sólo la experiencia israelita, sino el viaje espiritual de toda persona que busque la curación y la transformación. Ante esta amarga realidad, ¿cómo respondió Dios? ¿Y qué podemos aprender de este momento que hable directamente de nuestras propias luchas de hoy?

Este pasaje termina con una declaración que resuena en la tradición judía: «Yo soy el Señor, tu sanador». Estas palabras llegaron a ser tan significativas que formaron un acrónimo para el mismo mes en que ocurrió este acontecimiento, el mes hebreo de Iyar. Iyar se recuerda como el mes de la curación precisamente por esta proclamación divina.

Pero el método de curación de Dios desafía la sabiduría convencional. En lugar de sustituir las aguas amargas por otras dulces, Dios ordenó a Moisés que arrojara un árbol a las aguas. Este árbol, que según los comentaristas contendría en sí mismo elementos amargos, transformó las aguas amargas en dulces. El remedio para la amargura no era la dulzura, sino algo amargo en sí mismo.

El comentarista bíblico conocido como el Kli Yakar, el rabino Shlomo Ephraim Luntschitz, se centra en esta paradoja. ¿Por qué utilizar un árbol amargo para endulzar agua amarga? Su respuesta llega al corazón de la transformación espiritual: Del mismo modo que el árbol, que es amargo, se utilizó para endulzar las aguas amargas, también los mandamientos, que en un principio pueden parecer duros y exigentes, acaban aportando dulzura y curación cuando se abrazan con la perspectiva adecuada.

No se trata de un mero simbolismo espiritual, sino de un principio radical de transformación. Dios no quita nuestra amargura eliminándola; la transforma desde dentro. La curación no se produce evitando el dolor, sino afrontándolo con sabiduría divina. El árbol que fue arrojado a las aguas representa la propia Torá, a la que se llama «árbol de vida para los que se aferran a él» (Proverbios 3:18).

Lo que siguió inmediatamente después del endulzamiento de las aguas refuerza esta conexión. Dios dio a los israelitas una serie de mandamientos, un anticipo de la alianza que recibirían en el Sinaí. Estas leyes iniciales no estaban separadas de la curación; eran parte integrante de ella. El mensaje era claro: seguir los caminos de Dios no sólo trae la curación como recompensa, sino que es la curación. Los propios mandamientos son la medicina.

Tziporah Heller, educadora judía contemporánea, relaciona el árbol de Marah con el árbol primordial del conocimiento del Edén. Enseña que las aguas amargas de Marah representan los retos y decepciones a los que nos enfrentamos en la vida. A menudo nos encontramos atascados en la amargura, deseando el cambio pero sin saber cómo conseguirlo. La lección de Marah es que la transformación comienza cuando reconocemos que tenemos opciones y asumimos la responsabilidad de tomarlas sabiamente. El árbol arrojado a las aguas representa esta capacidad tan humana de elegir: de discernir entre el bien y el mal, lo amargo y lo dulce.

El mes de Iyar encierra esta enseñanza en su propia posición en el calendario judío. Se sitúa como puente entre Nisán, el mes de la redención mediante el Éxodo, y Siván, el mes de la revelación en el Sinaí. Esta colocación no es casual. Tras la dramática liberación de Egipto, los israelitas necesitaron un periodo de curación y preparación antes de poder recibir la Torá. Necesitaban aprender que la libertad por sí sola no basta; la libertad debe orientarse hacia un propósito y una alianza.

El calendario moderno de Israel también refleja este antiguo patrón. Iyar contiene tanto Yom HaZikaron (Día de la Memoria de Israel), el día 4, como Yom HaAtzmaut (Día de la Independencia de Israel), el día 5. En 24 horas, la nación pasa de llorar a cerca de 30.000 soldados caídos y víctimas del terror, a celebrar el milagro de la independencia. Ninguna otra nación yuxtapone su dolor más profundo con su mayor alegría en una sucesión tan inmediata. Esto refleja la agridulce paradoja establecida en Marah: que la curación y la transformación surgen precisamente afrontando el dolor, no evitándolo. El establecimiento del Estado de Israel se produjo mediante un tremendo sacrificio, encarnando la enseñanza del Salmo 126: «Los que siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría».

El mes culmina con Yom Yerushalayim (Día de Jerusalén) el 28 de Iyar, que marca la reunificación de Jerusalén en 1967. Tras diecinueve años de división, la devolución de la Ciudad Vieja de Jerusalén a la soberanía judía representa quizá la curación nacional más significativa de la historia judía moderna.

Este año, mientras Israel sigue atravesando las secuelas del 7 de octubre y la guerra en curso, el mensaje de Marah habla con renovada urgencia. La verdadera curación no llega escapando del dolor, sino transformándolo. Llega cuando arrojamos el árbol de la sabiduría divina a nuestras aguas amargas, cuando elegimos enfrentarnos a nuestros retos en lugar de huir de ellos.

Las aguas de Marah nos enseñan que la curación no es sólo la ausencia de dolor, sino su transformación. Dios no promete una vida sin aguas amargas: promete mostrarnos cómo hacerlas dulces. Ani Hashem Rofecha –«Yo soy el Señor, tu sanador»- significa no sólo que Dios nos sana, sino que, al seguir Sus caminos, participamos en nuestra propia curación.

El viaje de la esclavitud a la revelación, de Nisán a Siván, requiere pasar por Iyar,el mes de la curación. Y la curación exige confrontar nuestra amargura con el árbol de la vida que Dios nos ha proporcionado.

Shira Schechter

Shira Schechter is the content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. She earned master’s degrees in both Jewish Education and Bible from Yeshiva University. She taught the Hebrew Bible at a high school in New Jersey for eight years before making Aliyah with her family in 2013. Shira joined the Israel365 staff shortly after moving to Israel and contributed significantly to the development and publication of The Israel Bible.

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