¿Y si Jacob y Esaú nunca hubieran querido ser enemigos?

noviembre 19, 2025
Boats in the Old Jaffa port (Shutterstock.com)
Boats in the Old Jaffa port (Shutterstock.com)

Rebeca estaba desesperada. Los gemelos de su vientre luchaban tan violentamente que, según Najmánides, prefería morir. Cuando buscó la guía divina, la respuesta de Dios fue todo menos reconfortante:

Durante siglos, este versículo se ha entendido como una profecía de suma cero: Jacob y Esaú, Israel y las naciones de Occidente, enzarzados en una eterna competición en la que uno debe caer para que el otro se levante.

Pero el rabino Pinchas Polonsky nos ofrece una lectura radicalmente distinta, que transforma esta antigua profecía de una predicción de conflicto inevitable en una hoja de ruta con múltiples destinos.

El texto hebreo, señala el rabino Polonsky, es deliberadamente ambiguo. Sí, la traducción tradicional habla de dominio y servidumbre. El Midrash incluso lo subraya: cuando Israel se levanta, Esaú cae, y viceversa: no pueden permanecer juntos. Una nación siempre será más fuerte que la otra, aunque, en última instancia, a la nación más joven, Israel, se le promete la fuerza principal.

Sin embargo, las mismas palabras hebreas pueden tener un significado totalmente opuesto: «Cada nación obtendrá su fuerza de la otra, y la más joven trabajará intensamente». En esta lectura, Jacob y Esaú -el pueblo judío y la civilización occidental- no son competidores en absoluto. Son socios, y cada uno posee formas únicas de poder destinadas a complementar y enriquecer al otro. Y sí, el hermano menor, Jacob, tendrá que trabajar especialmente duro para que este avance conjunto tenga éxito.

Entonces, ¿cuál es? ¿Estamos destinados a la confrontación o a la cooperación?

La respuesta, enseña el rabino Polonsky, depende totalmente de nuestro nivel de madurez espiritual.

En las primeras etapas de desarrollo de la humanidad, naturalmente vemos al otro como un enemigo y un competidor. Esto no es necesariamente erróneo; de hecho, en etapas inmaduras, el crecimiento puede requerir que cada parte se aísle, que perciba a la otra como irreconciliable. Al igual que los adolescentes que establecen su identidad mediante la oposición, las naciones también necesitan a veces definirse frente al otro.

Pero no podemos seguir siendo adolescentes para siempre.

En un nivel superior de conciencia, reconocemos que nuestro destino no es la confrontación, sino el enriquecimiento mutuo. Entendemos que «cada nación obtendrá su fuerza de la otra». Este camino requiere un tremendo esfuerzo, mucho más que la vía fácil de la oposición y la enemistad. Pero es el camino que conduce al verdadero éxito.

Esta ambigüedad es la naturaleza misma de la profecía, nos recuerda el rabino Polonsky. La profecía no nos encierra en un único futuro predeterminado, sino que establece varios caminos posibles para el desarrollo del mundo. ¿Pero la elección de qué camino seguir? Eso depende enteramente de nosotros.

Considera el Libro de Jonás: Se profetizó que Nínive sería «derribada» en cuarenta días. Sin embargo, cuando sus habitantes se arrepintieron, provocaron una revolución espiritual que hizo innecesaria la destrucción física. La palabra hebrea de la profecía, nehpechet, recoge ambas posibilidades: «volcada» en la destrucción o «dada la vuelta» en la transformación. La profecía contenía ambos resultados; la acción humana determinó cuál se desarrollaría.

Precisamente por eso es importante la profecía: no porque elimine la responsabilidad humana, sino porque revela que nuestro destino depende de nuestras elecciones.

La profecía de Rebeca, pues, no determina la naturaleza de la relación entre Jacob y Esaú. Establece posibilidades. La profecía se realizará inevitablemente de un modo u otro, pero nosotros influimos en el resultado. Que el mundo judío y la civilización occidental sigan percibiéndose mutuamente como competidores y enemigos, o que aprendan a cooperar y complementarse, depende enteramente de nosotros.

Nos encontramos en una encrucijada, y la antigua profecía dada a una madre embarazada hace miles de años sigue sin resolverse. Mientras asistimos al auge de la retórica polarizadora y el aislacionismo nacionalista en todo el mundo -la postura por defecto de «suma cero» de un mundo que lucha contra su adolescencia-, la antigua elección que se le presentó a Rebeca vuelve a ser la nuestra. ¿Elegiremos el camino inmaduro de la sospecha mutua y la competición de suma cero? ¿O aceptaremos el reto de la asociación, reconociendo que la fuerza de Jacob y la fuerza de Esaú nunca estuvieron destinadas a anularse mutuamente, sino a crear juntas algo más grande?

La profecía permanece abierta, esperando que escribamos su conclusión.

Para saber más sobre las ideas del rabino Pinchas Polonsky sobre la Biblia, pide La Torá Universal: Crecimiento y Lucha en los Cinco Libros de Moisés – Génesis Parte 1, ¡hoy mismo!

Shira Schechter

Shira Schechter is the content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. She earned master’s degrees in both Jewish Education and Bible from Yeshiva University. She taught the Hebrew Bible at a high school in New Jersey for eight years before making Aliyah with her family in 2013. Shira joined the Israel365 staff shortly after moving to Israel and contributed significantly to the development and publication of The Israel Bible.

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