Cuando no hacer nada lo es todo

octubre 17, 2025
Sunset over Moshav Orot, Israel
Sunset over Moshav Orot, Israel

Hay algo mágico en el Shabat. Por muy loco que sea el viernes, una vez que el sol empieza a ponerse, todo cambia. Cuando encendemos las velas y decimos las bendiciones, es como si todo el estrés de la semana… se disolviera. Se instala una paz que casi puedes sentir.

Esto no es aleatorio. Cuando Dios terminó de crear el mundo, la Torá dice:

Dios no se cansa, obviamente. Pero nos dio este modelo, este anteproyecto de cómo vivir.

El mandamiento es claro:

El Shabat cambia completamente nuestra forma de existir. Durante seis días a la semana, trabajamos. Estamos constantemente intentando controlar y dar forma a todo lo que nos rodea. Reuniones, correos electrónicos, cocinar, recados, la interminable lista de tareas pendientes. ¿Pero el viernes por la noche? Nos detenemos. Entramos en una forma de ser diferente, en la que en lugar de intentar cambiar el mundo, simplemente lo apreciamos tal como es.

El rabino Abraham Joshua Heschel llamó al Shabbat un «palacio en el tiempo». No es un lugar físico, sino un espacio sagrado que existe en el tiempo mismo. Cuando entras en él, sientes el cambio. Al alejarnos de todo lo que creamos y hacemos -dejar el teléfono, dejar atrás el trabajo-, experimentamos el mundo como un todo y completo, ahora mismo.

El Kiddush del viernes por la noche llama al Shabat«zecher l’ma’aseh bereishit«, un recuerdo de la Creación. Cuando detenemos nuestro trabajo creativo, estamos reconociendo algo importante: el mundo sigue adelante sin que intervengamos constantemente. Y hay algo profundamente pacífico en esa constatación. No tenemos que controlarlo todo. Ya hay perfección en lo que existe.

Por eso el estrés desaparece el viernes por la tarde. No se trata sólo de dejar de trabajar. Se trata de conectar con esta verdad: que hay santidad simplemente en ser, no en hacer. En apreciar lo que es, no en intentar cambiarlo constantemente. En estar presente en lugar de ser productivo. Lo que sentimos es nuestra alma reconociendo esta armonía que ha estado ahí desde el principio de los tiempos.

Este momento semanal de paz no está sólo en nuestras cabezas: forma parte de lo que Dios prometió cuando creó el mundo. Cuando guardamos el Shabat, hacemos algo más que cumplir un mandamiento. Estamos sincronizándonos con el ritmo fundamental del universo, experimentando el tiempo de la forma en que debía experimentarse y permitiéndonos sentir la paz que Dios incorporó a la propia creación. Cada Shabat es un retorno a esa armonía original, un atisbo de algo eterno en medio de nuestra agitada vida cotidiana.

Para saber más sobre el poder transformador del Shabbat, pide hoy Revolución del Shabbat: Una Guía Práctica para la Renovación Semanal, ¡hoy mismo!

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