Por qué Moisés nunca envejeció

octubre 3, 2025
The rolling hills of the Lower Galilee (Shutterstock.com)
The rolling hills of the Lower Galilee (Shutterstock.com)

A los 120 años, la mayoría de los líderes se habrían rendido hace tiempo al peso de las décadas, su fuego reducido a brasas, su visión nublada por el compromiso y la decepción. Sin embargo, Moisés se alzó sobre el monte Nebo con la claridad de un joven revolucionario y la fuerza de un hombre en la flor de la vida. La evaluación final de su vida encierra un misterio que desafía todo lo que creemos saber sobre el envejecimiento, el liderazgo y el espíritu humano.

La Torá recoge:

No se trata de meros datos biográficos ni de un homenaje a la buena genética. En estas palabras se esconde un principio revolucionario sobre lo que mantiene a una persona realmente viva, incluso cuando se acumulan los años.

¿Cómo mantiene un líder el fuego de la juventud al tiempo que porta la sabiduría de la edad?

Los Sabios comprendieron que la Torá habla con precisión. Cada palabra tiene peso, cada frase revela la verdad. Cuando la Escritura nos dice que los ojos de Moisés no se empañaban, seguido inmediatamente por la declaración de que su fuerza no disminuía, no estamos leyendo dos observaciones separadas. Estamos descubriendo causa y efecto.

Según el rabino Jonathan Sacks, Moisés conservó su vigor físico y espiritual porque nunca perdió la visión. No la visión de sus ojos, sino la visión de su alma: los ideales que le impulsaron desde la zarza ardiente hasta las orillas del Jordán. A los 120 años, Moisés hablaba con la misma convicción apasionada que le había impulsado a desafiar al faraón décadas antes. Sus últimas palabras en el Deuteronomio resuenan con la urgencia de un joven profeta, no con la cansada resignación de un anciano dispuesto a hacerse a un lado.

Este principio va a contracorriente de cómo entendemos el envejecimiento y el liderazgo. Esperamos que los líderes se vuelvan pragmáticos, que moderen su idealismo con la «realidad», que hagan las paces con los sistemas que una vez intentaron transformar. Aceptamos que el fuego se atenúe, que los espíritus revolucionarios acaben acomodándose cómodamente al statu quo.

Moisés destrozó esta expectativa. Pasó cuarenta años en el desierto enfrentándose a la rebelión, la queja y la tentación constante de rebajar sus exigencias. Podría haberse vuelto cínico respecto al pueblo que dirigía, amargado por su ingratitud o resignado a sus limitaciones. En cambio, su discurso de despedida arde con una pasión sin concesiones por la justicia, la santidad y la relación de alianza entre Dios e Israel.

La Biblia hebrea revela por qué esto importa más allá del propio Moisés. Moisés mantuvo la vitalidad interior que proviene de vivir de acuerdo con principios inmutables y no con circunstancias cambiantes. Su fortaleza no era meramente física, sino espiritual: la fuerza que impulsa a una persona a seguir luchando por lo que más importa.

Los líderes que pierden sus ideales no sólo se vuelven menos eficaces, sino que empiezan a morir mientras aún respiran. No sólo comprometen sus políticas, sino también sus almas. Cambian la incómoda claridad de la verdad por la cómoda ambigüedad de la conveniencia. Moisés rechazó este trueque.

Su fuerza se mantuvo porque nunca dejó de creer en la causa que había cautivado su corazón en la zarza ardiente: la liberación de su pueblo, el establecimiento de la justicia, la creación de una nación santa. Cuarenta años de reveses, rebeliones y decepciones nunca le convencieron para conformarse con menos de la visión original de Dios. Los principios que defendía a los 80 años eran idénticos a los que proclamaba a los 40, porque no eran sus principios: eran los de Dios. Y la verdad de Dios no envejece, ni transige, ni se acomoda a la debilidad humana.

Esto explica por qué las últimas palabras de Moisés tienen tanta fuerza. No pronunciaba los tópicos cansinos de un anciano que se despide, sino las advertencias y promesas urgentes de alguien que veía con perfecta claridad lo que estaba en juego. Comprendió que en el momento en que Israel dejara de creer en la posibilidad de la santidad, la justicia y la fidelidad al pacto, comenzaría su propia muerte espiritual.

La lección se extiende más allá del antiguo Israel a toda generación que pretenda servir a una causa superior a sí misma. Los líderes que mantienen su fuerza son los que se niegan a dejar que sus ojos se oscurezcan por las decepciones y compromisos acumulados que el tiempo inevitablemente trae consigo. Comprenden que los ideales no son sueños ingenuos que se superan, sino verdades eternas que hay que defender.

Moisés murió con su visión intacta porque nunca confundió lo temporal con lo eterno, lo conveniente con lo correcto o lo posible con lo necesario. Sus ojos permanecieron imperturbables porque los mantuvo fijos en el horizonte de los propósitos de Dios y no en los obstáculos inmediatos de su camino.

En un mundo que confunde el cinismo con la sabiduría y el compromiso con la madurez, Moisés es la prueba de que el secreto de la fortaleza duradera no consiste en aprender a esperar menos de la vida, sino en negarnos a exigirnos menos a nosotros mismos. El fuego que ardía en la zarza sigue ardiendo en quienes, como Moisés, mantienen la mirada fija en la luz eterna que nunca se apaga.

Shira Schechter

Shira Schechter is the content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. She earned master’s degrees in both Jewish Education and Bible from Yeshiva University. She taught the Hebrew Bible at a high school in New Jersey for eight years before making Aliyah with her family in 2013. Shira joined the Israel365 staff shortly after moving to Israel and contributed significantly to the development and publication of The Israel Bible.

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