Espiritualidad en medio de la noche
En vísperas de las Altas Fiestas de Rosh Hashaná y Yom Kippur, los judíos de todo el mundo inician el proceso de rezar Selichot. Selichot procede de la palabra selicha -perdón- y son oraciones penitenciales, que se remontan a la Mishná y tienen sus raíces en las liturgias de los días de ayuno, recitadas en los días previos a Rosh Hashaná para implorar misericordia, centrarse en las Shelosh Esreh Middot (los Trece Atributos de la Misericordia) y buscar el perdón de Dios como preparación para el juicio.Tradicionalmente, estas oraciones se recitan por la noche o a primera hora de la mañana. El Mahzor Vitry describe a los judíos reuniéndose «antes de que salga el sol, e implorando misericordia». El inusual momento es en sí mismo una declaración: cuando los demás duermen, Israel se reúne para enfrentarse a sus pecados y pedir compasión a Dios.Como madre con hijos pequeños, salir a medianoche no forma parte de mi ritmo normal. La mayoría de mis amigos con familia no van a Selichot. Pero una noche, tuve la oportunidad de asistir a un seminario femenino de Judea, en un pequeño lugar a las afueras de Alon Shvut, llamado Migdal Oz.
El camino serpenteaba por las montañas del Gush. Cuando llegamos, la sala ya estaba llena. Cientos de mujeres -estudiantes, profesoras, vecinas- permanecían juntas con los libros de oraciones abiertos. Cuando empezaron las primeras líneas de Selichot, el sonido de las voces de tantas mujeres llenó la sala. No se trataba de una actuación pulida, sino de fuerza bruta: voces que se elevaban y descendían juntas, llevando palabras antiguas a la noche.
El centro de las Selijot es el pasaje revelado por primera vez a Moisés después del Becerro de Oro: las Shelosh Esreh Middot, los trece atributos de misericordia de Dios.
El Talmud enseña que estas palabras son un pacto: siempre que Israel las recita, nunca quedan sin respuesta. Aquella noche en Migdal Oz, el pacto no parecía una idea abstracta. Estaba presente en el sonido de cientos de mujeres que declaraban juntas que Dios es misericordioso, que perdona, que podemos volver a empezar.
Caminando de vuelta al aire de la montaña después de medianoche, llevé ese sonido conmigo. Las selichot son exigentes: nos sacan de la comodidad, nos piden que nos enfrentemos a nosotros mismos con sinceridad, nos empujan a confiar en la misericordia de Dios incluso cuando nos sentimos indignos. Pero en aquella reunión, la exigencia se convirtió en fuerza. Juntos, habíamos pronunciado las palabras dadas a Moisés, palabras que siguen dando forma al camino de Israel hacia la renovación.
A medida que se acercan los Días del Pavor, esto es lo que perdura: no el sentimiento, sino la convicción. No estamos solos cuando pedimos perdón. Nos unimos a las generaciones que nos precedieron y a las voces de nuestro pueblo que aún hoy se alzan.