Rebaños dispersos y pastores corruptos

marzo 24, 2025
Sheep grazing in southern Israel

Los profetas hebreos rara vez tenían pelos en la lengua. Cuando se referían a los fallos del liderazgo, hablaban con una claridad cortante que aún hoy nos asombra. En Ezequiel 34, encontramos una de las acusaciones más mordaces de toda la Escritura sobre el fracaso del liderazgo: una metáfora tan vívida y acusadora que no deja lugar a la negación ni a la excusa. El profeta utiliza la imagen de los pastores y las ovejas para lanzar una reprimenda divina que resuena a través de los milenios, hablando directamente a nuestra crisis contemporánea de liderazgo.

En un mundo en el que nuestros canales de noticias están llenos de historias de líderes que han traicionado la confianza pública, que han utilizado sus cargos para beneficio personal en lugar de para el servicio público, el antiguo mensaje de Ezequiel parece inquietantemente actual. ¿Qué hace que un líder sea bueno? ¿Qué ocurre cuando el liderazgo fracasa? ¿Y quién es responsable en última instancia cuando una sociedad se desmorona?

Ezequiel enmarca el problema en términos crudos:

El fracaso descrito aquí afecta al núcleo de lo que debe ser el liderazgo: no el autoservicio, sino el servicio a los demás.

El profeta se explaya con una precisión brutal:

Estos líderes han invertido sus responsabilidades, transformando su papel de protección en depredación. En lugar de fortalecer a los débiles, curar a los enfermos, vendar a los heridos o buscar a los perdidos, han gobernado con «fuerza y dureza».

El rabino Dr. Norman Lamm, en su penetrante análisis del liderazgo espiritual, identificó una tensión fundamental inherente a todos los puestos de liderazgo que es paralela a la metáfora del pastor de Ezequiel. Escribiendo en los años setenta, Lamm identificó lo que denominó «la paradoja de la vaquilla roja»: un líder debe descender a veces a las desordenadas realidades de aquellos a los que dirige(yeridah l’tzorech aliyah – un descenso con el propósito de ascender) mientras mantiene simultáneamente su propia brújula moral. Esta tensión, entre implicación y distancia, entre identificación e integridad, define el reto del liderazgo auténtico.

La crítica de Ezequiel opera en dos niveles. En primer lugar, condena a los pastores que han abandonado sus obligaciones. Pero luego, sorprendentemente, pasa a abordar los problemas dentro del propio rebaño: «En cuanto a vosotros, rebaño mío… ¿No os basta con alimentaros de buenos pastos? ¿También debéis pisotear con vuestros pies el resto de vuestros pastos? ¿No os basta con beber agua limpia? ¿También debéis embarrar el resto con vuestros pies?». (Ezequiel 34:17-18).

Este doble enfoque refleja una sofisticada comprensión de la descomposición social. El fracaso del liderazgo y el colapso ético entre la población general existen en una simbiosis destructiva. Los malos líderes permiten el comportamiento egoísta entre sus seguidores, mientras que los seguidores egoístas suelen seleccionar y permitir a los líderes corruptos. El problema no está simplemente en la cima, sino que impregna todo el cuerpo social.

El término hebreo para este tipo de fracaso en el liderazgo es ro’eh lo’ohavei tzon – pastores que no aman a su rebaño. No ven sus cargos como una confianza sagrada, sino como una oportunidad para el progreso personal y la explotación. Lamm insistió en que el liderazgo auténtico requiere tanto ahavat Yisrael (amor al pueblo) como ahavat HaShem (amor a Dios), un equilibrio que mantiene al líder comprometido simultáneamente con aquellos a quienes sirve, al tiempo que anclado en principios trascendentes.

La respuesta de Dios a esta crisis de liderazgo es doble. En primer lugar, Él declara:

La intervención divina se hace necesaria cuando el liderazgo humano fracasa por completo. Pero Dios también promete:

El ideal de liderazgo humano no se abandona, sino que se redime y restaura.

El mensaje para nosotros hoy es inequívoco. El liderazgo es una confianza sagrada, no una oportunidad personal. Cuando seleccionamos líderes -o cuando nosotros mismos lideramos-, la norma debe ser el servicio, no el interés propio. Un líder que sólo se sirve a sí mismo y descuida a los que están a su cargo viola el pacto más básico de su cargo.

Mientras navegamos hoy por nuestras propias crisis de liderazgo, la antigua advertencia de Ezequiel nos sirve tanto de reto como de promesa. El reto: reconocer y rechazar el liderazgo egoísta en todos los niveles de la sociedad. La promesa: que el liderazgo genuino y desinteresado sigue siendo posible; de hecho, sigue siendo esencial para el plan redentor de Dios para la humanidad.

Nuestros hijos nos observan. Los modelos de liderazgo que toleramos hoy conforman lo que esperarán y exigirán mañana. Enseñarles a reconocer el liderazgo auténtico puede ser uno de los legados más importantes que podamos dejarles.

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Sara Lamm

Sara Lamm is a content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. Originally from Virginia, she moved to Israel with her husband and children in 2021. Sara has a Masters Degree in Education from Bankstreet college and taught preschool for almost a decade before making Aliyah to Israel. Sara is passionate about connecting Bible study with “real life’ and is currently working on a children’s Bible series.

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