Historia de dos ciudades: Cómo Jerusalén se convirtió en nuestra capital

febrero 17, 2025
The view of Jerusalem through a new angle

La semana pasada, mi hijo llegó del colegio rebosante de entusiasmo por las elecciones de su clase. «¡Mamá, he ganado!», anunció, mostrando su insignia de «Representante de la clase». Pero lo que más me conmovió no fue su victoria, sino lo que dijo a continuación: «No he ganado sólo porque me hayan votado mis amigos. Los niños del otro grupo también me votaron porque prometí pensar en las ideas de todos».

De la boca de los niños brota una sabiduría que resuena a lo largo de tres mil años hasta llegar a uno de los momentos más cruciales de la historia judía: La elección del rey David de Jerusalén como capital.

Cuando pensamos en que Jerusalén se convierta en nuestra capital eterna, a menudo lo imaginamos como una elección puramente divina. Después de todo, ¿no se refiere la Torá repetidamente al «lugar que el Señor tu Dios elegirá»(hamakom asher yivchar Hashem Eloheichem)? Pero una mirada más atenta al texto bíblico revela algo fascinante, y profundamente relevante para nuestras luchas modernas con la unidad y el liderazgo.

Piensa en esto: Cuando David se convirtió por primera vez en rey de Judá en Hebrón, buscó explícitamente la guía divina. El texto nos dice «David consultó al Señor, diciendo: ‘¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá?’ Y el Señor le dijo: ‘Sube’. David preguntó: ‘¿Adónde subiré? Y Él respondió: ‘A Hebrón'». (2 Samuel 2:1)

Sin embargo, siete años más tarde, cuando David decide hacer de Jerusalén su capital, ocurre -o mejor dicho, no ocurre- algo extraordinario. No hay consulta divina. No hay guía profética. Ningún uso del Urim v’Tumim. En su lugar, leemos simplemente: «Y el rey y sus hombres se dirigieron a Jerusalén» (2 Samuel 5:6).

La respuesta está en comprender la brillante sabiduría que subyace a la elección de David. Jerusalén se encontraba en una encrucijada única: técnicamente formaba parte del territorio de Benjamín, pero nunca había sido conquistada del todo, y se hallaba a caballo entre las tribus de Judá y Benjamín. No se trataba sólo de un detalle geográfico; era un golpe maestro de pacificación.

Recuerda el contexto: El reino se había desgarrado por la guerra civil entre los partidarios de David y la casa de Saúl (de Benjamín). Al elegir Jerusalén, David no sólo escogía un lugar conveniente, sino que hacía una poderosa declaración sobre la unidad. Evitó deliberadamente establecer su capital en Hebrón, el corazón de su propia tribu de Judá, a pesar de sus ventajas naturales. En su lugar, eligió una ciudad que pudiera pertenecer a todos.

Como señala en su análisis el rabino Yitzchak Levy, que enseña en la Yeshivat Har Etzion de Israel y ha escrito mucho sobre Jerusalén en la Biblia, esta elección reflejaba una profunda comprensión de que la verdadera unidad requiere a veces que los líderes salgan de sus zonas de confort y creen espacios nuevos y compartidos.

El establecimiento de Jerusalén como nuestra capital se desarrolló por etapas. Comenzó con la elección de David, una elección que reflejaba una profunda sabiduría sobre lo que necesitaba su pueblo dividido. Más tarde, Dios revelaría la ubicación del Templo en la era de Arauna y, finalmente, durante el reinado de Salomón, Jerusalén quedaría plenamente establecida como capital política y morada divina. Esta progresión -de la iniciativa humana a la confirmación divina- nos muestra cómo la sabiduría humana y el propósito divino pueden ir de la mano.

Según la interpretación de Radak (el rabino David Kimchi) del Salmo 132, David buscó activamente la ubicación del Templo después de elegir Jerusalén, mostrando su profundo compromiso por encontrar el lugar elegido por Dios. Su preocupación inmediata era crear una capital que pudiera unir a las tribus y curar las heridas de la nación. La confirmación divina llegaría más tarde, a través de una serie de acontecimientos que revelarían el destino más profundo de la ciudad santa.

Hoy en Israel, mientras luchamos contra las profundas divisiones entre las comunidades seculares y religiosas, entre las distintas tradiciones judías, entre la derecha y la izquierda, la historia de Jerusalén tiene un peso especial. Al igual que David se enfrentó a un reino dividido entre el norte y el sur, entre las casas de Saúl y David, nosotros también nos enfrentamos a momentos en los que nuestras diferencias parecen insalvables. Su elección de Jerusalén nos recuerda que el verdadero liderazgo significa encontrar formas de crear espacios sagrados compartidos, incluso cuando -especialmente cuando- nos exige salir de nuestras zonas de confort.

La inocente sabiduría de mi hijo – «pensar en las ideas de todos»- se hace eco de la antigua sabiduría de la elección de David. A veces, los actos más divinos comienzan con elecciones muy humanas. Y a veces, lo más importante que puede hacer un líder es crear un espacio en el que todos puedan sentirse como en casa.

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Sara Lamm

Sara Lamm is a content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. Originally from Virginia, she moved to Israel with her husband and children in 2021. Sara has a Masters Degree in Education from Bankstreet college and taught preschool for almost a decade before making Aliyah to Israel. Sara is passionate about connecting Bible study with “real life’ and is currently working on a children’s Bible series.

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