Cuando Jacob se acercaba al final de su vida, convocó a sus hijos para impartirles sus bendiciones y compartir con ellos sus últimos pensamientos. Al reunirlos, habló con intención profética: «Reuníos para que os cuente lo que os sucederá en los días venideros»(Génesis 49:1). Los sabios interpretan esta reunión como algo más que una mera despedida. Explican que Jacob esperaba desvelar a sus hijos los secretos del fin de los días. Sin embargo, la Presencia Divina se apartó de él en ese momento, y con ella, el conocimiento profético de aquel tiempo.
Los miedos de un padre, la respuesta de los hijos
A Jacob le preocupaba que la partida de la Presencia Divina fuera el resultado de una falta de fe entre sus hijos, de forma similar a como Abraham e Isaac tuvieron cada uno un hijo que se desvió del camino del monoteísmo. Sin embargo, sus preocupaciones se disiparon cuando sus hijos afirmaron colectivamente su fe, declarando: «Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno» (Deuteronomio 6:4). No se trataba sólo de tranquilizar a su padre; era una declaración de su creencia inquebrantable en la unicidad de Dios, una creencia que cada uno de ellos transmitió a sus hijos y que corre por las venas de todo judío.
La Unidad de Dios: La luz que nos guía
Esta declaración sigue siendo una parte fundamental de nuestra fe. Es el latido de la vida judía. Nos recuerda que Dios no es sólo el Dios de los cielos, sino Aquel que está íntimamente implicado en todos los aspectos de nuestras vidas. Esta unidad es nuestra fuerza, la luz que nos guía en un mundo a menudo envuelto en la oscuridad.
El poder del autosacrificio supremo
El rabino Reuven Saason enseña que esta firme creencia en la unicidad de Dios ha sido históricamente el catalizador de actos de profundo autosacrificio por parte del pueblo judío. Esta creencia nos ha sostenido en los tiempos más oscuros, inspirando actos de valor y sacrificio que desafían la comprensión humana. Nuestros soldados, nuestros defensores de la Tierra de Israel, llevan esta creencia a cada batalla, defendiendo desinteresadamente a nuestro pueblo, nuestra tierra y el honor de Dios. Es la fe de nuestros antepasados, una fe que nos asegura nuestra redención final.
La Unidad: Más allá de la superficie
Esta creencia en la unidad de Dios es también lo que nos une, al pueblo judío, más allá de las diferencias superficiales. Es una unidad profunda en el alma. Cuando miramos más allá de lo externo, más allá de la política y de los distintos niveles de observancia religiosa, descubrimos que, en el fondo, somos uno. Estamos unidos por nuestra fe compartida en el único Dios de Israel.
Un legado vivo
La declaración de los hijos de Jacob en sus últimos momentos de vida es su legado vivo. Es una llamada a cada uno de nosotros para que vivamos nuestras vidas anclados en la creencia de la unidad de Dios. Nos desafía a ver más allá de las divisiones y a encontrar la unidad en nuestra fe compartida. Nos incita a luchar y sacrificarnos por Su nombre, Su honor y Su pueblo. Sigue guiándonos, inspirándonos y uniéndonos.
Que en mérito a nuestra inquebrantable creencia en la unidad de Dios, merezcamos ver cumplida la profecía no revelada de Jacob. Que seamos testigos de la pronta venida del Mesías en nuestros días, unidos como un solo pueblo, con un solo corazón, bajo el estandarte de la unidad eterna de Dios.