Un equilibrio sagrado

noviembre 29, 2024
An IDF soldier prays at the Western Wall (Shutterstock.com)

El antiguo monte de Moriah aún resuena con los pasos de un padre. Abraham, el patriarca, subió aquellas laderas con su amado hijo Isaac a su lado, cumpliendo lo que parecía un mandato divino impensable:

¿Cómo podría un padre cumplir semejante mandato? Y, sin embargo, Abraham se levantó temprano a la mañana siguiente para cumplir era lo que se le pedía. Según los sabios, el hecho de que se levantara temprano significa que no se demoró ni retrasó, sino que se apresuró a realizar la tarea que tenía entre manos. Pero este ansioso cumplimiento no significaba que su corazón estuviera impasible ante lo que le esperaba.

Los sabios judíos nos enseñan que el corazón de Abraham albergaba simultáneamente dos poderosas emociones: una profunda angustia ante la perspectiva de perder a su hijo, pero también una profunda alegría por la oportunidad de demostrar su fidelidad a Dios. Esta paradoja de emociones contrapuestas no era un defecto de la fe de Abraham, sino un testimonio de su humanidad. El mismo corazón que se quebraba ante la idea de sacrificar a su hijo se regocijaba ante el privilegio de servir a su Creador.

Hoy, miles de años después, los padres israelíes siguen los pasos de Abraham, aunque su prueba no tiene lugar necesariamente en el Monte Moriah, sino en las calles de Gaza y las colinas del Líbano. Envían con orgullo a sus hijos e hijas a defender su nación, sabiendo muy bien el precio que se les puede exigir.

Recientemente, un rabino israelí estadounidense experimentó esta antigua tensión de un modo profundamente personal. Su hijo resultó gravemente herido en un ataque con drones mientras servía en el Líbano. En medio de esta crisis, se encontró viviendo la misma paradoja que Abraham: dividido entre la gratitud de que su hijo sobreviviera y la angustia por sus heridas, entre la celebración del milagro de la vida y el dolor por el sufrimiento de su hijo, entre la alegría de que su hijo siguiera vivo y la tristeza de que otro soldado muriera en el mismo ataque.

Señaló que esta dualidad de emociones está profundamente entretejida en la tradición judía. Los sabios enseñan que, al perder a un ser querido, se recitan dos bendiciones aparentemente contradictorias: una al oír la triste noticia, reconociendo a Dios como verdadero juez y aceptando Su decreto, y otra, al recibir una herencia, expresando gratitud. ¿Por qué? Porque la vida rara vez nos presenta emociones sencillas y sin mezcla.

Para muchos israelíes de hoy, esta complejidad emocional se ha convertido en una realidad cotidiana. Las familias celebran nacimientos y bodas mientras lloran la pérdida de seres queridos. Los soldados vigilan resueltamente sus puestos mientras procesan la pérdida de sus camaradas. Los corazones de los padres se hinchan de orgullo por el valor de sus hijos mientras se rompen por su sufrimiento.

Quizá no sea casualidad, sugiere, que el corazón sea un órgano multicameral, capaz de albergar simultáneamente emociones aparentemente contradictorias. Al igual que el corazón físico mantiene el delicado equilibrio necesario para la vida, nuestros corazones emocionales deben aprender a equilibrar la alegría con la tristeza, la gratitud con la pena. Cuando nos enfrentamos a pruebas personales o somos testigos del sufrimiento de otros, no tenemos por qué sentirnos culpables de nuestras emociones encontradas. Como el corazón de Abraham, el nuestro también puede albergar múltiples verdades simultáneamente.

El mensaje que se desprende de esta reflexión no es de mera resistencia, sino de autenticidad sagrada. No estamos llamados a reprimir nuestras emociones conflictivas, sino a santificarlas, a dejar que profundicen nuestra empatía y fortalezcan nuestra fe. Al hacerlo, seguimos los pasos de Abraham, que nos mostró que la forma más elevada de fe no es la ausencia de conflicto emocional, sino la capacidad de permanecer devoto incluso en su presencia.

Al ser testigos de las continuas luchas en Israel y enfrentarnos a nuestras propias pruebas, aprendemos que navegar por estas complejas emociones no es una traición a la fe, sino una expresión de ella. Nuestra capacidad para contener tanto la alegría como la tristeza, la gratitud y la pena, el miedo y la fe, no es una contradicción, sino un reflejo de la profunda profundidad de la experiencia humana en nuestra relación con la Divinidad. Esta comprensión nos guía en nuestros momentos más difíciles, enseñándonos que no necesitamos elegir entre emociones opuestas, sino aprender a mantenerlas juntas en un equilibrio sagrado.

Mantengamos la Tierra de Dios se dedica a fortalecer y defender el derecho de Israel a su corazón bíblico. Infórmate hoy mismo sobre esta increíble misión.

Shira Schechter

Shira Schechter is the content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. She earned master’s degrees in both Jewish Education and Bible from Yeshiva University. She taught the Hebrew Bible at a high school in New Jersey for eight years before making Aliyah with her family in 2013. Shira joined the Israel365 staff shortly after moving to Israel and contributed significantly to the development and publication of The Israel Bible.

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