A finales de noviembre de 2024, la noticia del asesinato del rabino Zvi Kogan a manos de terroristas en los Emiratos Árabes Unidos causó conmoción en todo el mundo. Emisario de Jabad, fue asesinado mientras servía a su comunidad lejos de casa. Sin embargo, en la conmoción y el dolor que siguieron, surgió algo extraordinario. Pocos se sorprendieron al saber que había una presencia de Jabad en los EAU. El mero hecho de que un judío jasídico israelí-moldavo sirviera a otros judíos en el Golfo Pérsico se había convertido, de algún modo, en algo esperado. Esto dice mucho tanto del extraordinario alcance de Jabad como del valor de sus emisarios.
Para comprender la profundidad de la misión del rabino Kogan, debemos remontarnos a nuestro antepasado Abraham, de quien el profeta Miqueas declaró: «Concede… bondad a Abraham» (Miqueas 7:20). Este versículo capta la esencia del ser de Abraham, no sólo como alguien que practicaba la bondad, sino como alguien que la encarnaba tan completamente que jesed (bondad amorosa) se convirtió en sinónimo de su nombre.
La tienda de Abraham se erguía como un faro en el desierto, abierta por los cuatro costados para acoger a viajeros de todas direcciones. Su bondad no tenía límites: incluso mientras se recuperaba de su circuncisión a la edad de noventa y nueve años, en el intenso calor del día, se sentaba a observar si había viajeros a los que pudiera ayudar.
Cuando divisó a lo lejos a tres desconocidos, la Biblia nos dice que corrió a saludarlos, dejando a un lado su propio dolor en su afán por servir a los demás.
La bondad de Abraham nacía del amor puro a la humanidad y de una profunda sensibilidad hacia el sufrimiento humano. Cuando la región de Sodoma se enfrentó a la destrucción, Abraham suplicó por la vida de sus habitantes, a pesar de su maldad. Cuando los viajeros dejaron de pasar por su zona tras la destrucción de Sodoma, trasladó todo su campamento, incapaz de soportar la idea de perder la oportunidad de ayudar a los demás. Su tienda no era un mero lugar de refrigerio físico: era un espacio donde toda persona, independientemente de su origen o creencias, podía experimentar el amor y la aceptación incondicionales. A través de este amor ilimitado tanto por la humanidad como por Dios, Abraham transformaba cada encuentro en una oportunidad para compartir la verdad divina y acercar a los demás a su Creador.
El rabino Kogan encarnó este mismo amor puro por la humanidad, llevando el legado de Abraham hasta nuestros días. Su casa en los EAU era un hogar para cualquier judío que lo necesitara, independientemente de su origen o nivel de observancia. Su preocupación por los demás, como la de Abraham, procedía de un lugar de auténtico amor y cuidado por cada ser humano.
De hecho, ésta es la verdadera esencia de la misión de Jabad en todo el mundo. Cuando jóvenes parejas abandonan la comodidad de Crown Heights, Brooklyn, para fundar nuevas Casas de Jabad en tierras lejanas, siguen el ejemplo de Abraham de anteponer a los demás a sí mismos. Su trabajo no consiste únicamente en la difusión religiosa, sino en crear espacios de amor y aceptación incondicionales, donde todos puedan encontrar calidez y conexión.
El asesinato del rabino Kogan se produjo en una época de oscuridad, tras los atentados del 7 de octubre en Israel, cuando las fuerzas del odio intentaron extinguir la vida judía. Sin embargo, la respuesta a su muerte demostró el espíritu insaciable que encarnaba. En lugar de retroceder por miedo, numerosas parejas jóvenes de Jabad dieron un paso adelante, declarando su intención de hacer más, de ir más lejos, de llegar a más judíos. Como Abraham, cuya tienda permaneció abierta por todos lados a pesar de los peligros de la vida en el desierto, estas parejas comprenden que la verdadera bondad no tiene límites.
El futuro sigue siendo brillante no porque la oscuridad no exista -la trágica muerte del rabino Kogan nos recuerda con demasiado dolor que sí existe-, sino porque hay quienes, siguiendo los pasos de Abraham, comprenden que la bondad es algo más que un deber religioso. Aunque los terroristas acabaron con la vida del rabino Kogan, no pudieron extinguir la luz que encendió. Esa luz sigue viva en cada acto de bondad, en cada mano tendida para ayudar a otro, en cada corazón que abre sus puertas a los necesitados. Vive en los estudiantes judíos que se sienten orgullosos de su identidad, en los innumerables voluntarios que sirven a sus comunidades, en la gente corriente que realiza actos extraordinarios de bondad y en todos aquellos que responden a la oscuridad difundiendo más luz. Al igual que la tienda de Abraham permaneció abierta por todos lados, los portadores actuales de la luz -ya sea a través de movimientos organizados o de actos individuales de compasión- siguen iluminando el mundo mediante su amor incondicional por la humanidad.
El rabino Kogan, como Abraham antes que él, nos mostró que la verdadera bondad fluye de un corazón lleno de amor por toda la humanidad. Que su memoria sea una bendición, y que su ejemplo siga inspirando a generaciones para llevar la luz y el amor a todos los rincones del mundo.
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