La fiesta de Pascua se acerca inminentemente, y las migas de pan escasean por todas partes. Al menos, eso espero, pues el pan está prohibido durante los ocho días de la fiesta. Además de la limpieza meticulosa, la cocina y la preparación general de la fiesta, hay algo más que marca la preparación de esta fiesta, y son las cuatro porciones bíblicas especiales que se leen públicamente en los cuatro Sabbats entre las fiestas de Purim y Pascua. Una de esas lecturas es la porción relativa a la Vaca Roja, el enigmático ritual realizado por los Sumos Sacerdotes. Pero he aquí la parte «enigmática». ¿Qué tiene que ver esta porción con la Pascua judía? Las otras porciones parecen intuitivamente conectadas. El mandamiento de destruir a Amalec quizá se haga eco de las maldades de Amán, un guiño a la fiesta de Purim.
Y la próxima porción de «HaJodesh» nos recuerda que debemos santificar el nuevo mes, un mandamiento que se dio a los israelitas cuando huían de Egipto, algo que leemos en preparación de la Pascua judía.
¿Pero una Vaca Roja? ¿Qué relación tiene con la Pascua judía? Y ya que estamos haciendo buenas preguntas, ¿cuál es el razonamiento de esta ley mugrienta de la Biblia?
La Novilla Roja, detallada en Números, consistía en sacrificar una vaca roja y utilizar sus cenizas para la purificación ritual.
Y si te preguntas por qué una vaca roja y qué relación tiene con la purificación, ¡no eres el único! El mandamiento de la Parah Adumah (Vaca Roja) se describe célebremente en la Biblia como una«jukat ha-Torah» (un «decreto» de la Biblia), que los comentaristas han interpretado durante miles de años en el sentido de una ley cuyas razones exactas siempre se nos escaparán. Básicamente, se trata de un mandamiento que no se supone que comprendamos del todo, aunque debamos cumplirlo. Una prueba de fe.
Sin embargo, tenemos algunas pistas más al respecto. El propio ritual purificaba a quienes habían estado en contacto con los cadáveres, permitiéndoles volver a entrar en el espacio sagrado y en la vida comunitaria. El difunto rabino Jonathan Sacks, estudioso contemporáneo de la Biblia, recoge esto y ofrece una profunda visión de la naturaleza de este chok, este misterioso decreto.
¿Has sentido alguna vez -verdadera y profundamente- que la fe opera en un nivel totalmente distinto al de la razón? Como si sintiera algo en los huesos, aunque me cueste decirlo en voz alta. Pues bien, el rabino Sacks sugiere que la Vaquilla Roja es similar. Simboliza la renovación y la esperanza tras entrar en contacto con la muerte, uno de los momentos más crudos de la vida. Y como chok «incognoscible», nos anima a dejar de lado, sólo por un momento, nuestra necesidad de racionalizar y razonar sobre todo. No nos está diciendo que no nos preguntemos, ni siquiera que cuestionemos el razonamiento. Pero dentro de la incertidumbre, es como si la Biblia estuviera animando a nuestra pureza y fe a surgir de nuestro yo más profundo e íntimo. No lo sé todo, y a veces eso está bien, es el mensaje que podemos aprender de la Vaquilla Roja.
Y ahí radica la conexión con la Pascua judía. Porque la Pascua es la fiesta en la que sentimos nuestra conexión con la historia del Éxodo más que en ningún otro momento del año. Donde recreamos el dolor, el sufrimiento y el triunfo final de la redención. Del mismo modo que la ofrenda pascual requería una pureza no sólo física, sino también emocional -una disposición a desprenderse de las cargas del pasado y a depositar una fe inquebrantable en Dios-, también la narración de la Pascua nos invita a limpiar nuestros corazones de la desesperación.
Es un tiempo en el que salimos, como la Vaquilla Roja, del contacto con la muerte y entramos en la renovación, recordando que la fe nos conduce a través de las aguas más oscuras hacia la luz de la redención.
La redención es a la vez una aspiración profundamente personal y profundamente comunitaria. Dejemos que la lección de la Vaca Roja nos motive a abrazar nuestra fe, especialmente ante los mayores misterios de la vida.