En un momento profundo, después de que Moisés persuada a Dios para que perdone a los israelitas por el pecado del Becerro de Oro, pide la revelación definitiva:
Esta petición, recibida con la respuesta divina de que ninguna persona puede ver a Dios y vivir, conduce a un compromiso único. Dios accede a mostrar a Moisés Su «espalda», una frase que ha desconcertado a los eruditos durante siglos. Los sabios interpretan que Dios mostró a Moisés el nudo de Sus filacterias, un símbolo rico en significado.
El rabino Yaakov Horowitz ofrece una perspicaz explicación de este enigmático pasaje. Los sabios sugieren que la petición de Moisés nació del deseo de comprender el funcionamiento interno del mundo, en particular el sistema de recompensa y castigo. ¿Por qué sufren los buenos mientras prosperan los malvados? Moisés buscaba claridad sobre esta antigua cuestión, con la esperanza de vislumbrar el «rostro» de Dios o, en otras palabras, de obtener una comprensión completa del plan divino.
La negativa de Dios no es una negación, sino una lección de perspectiva. Para ilustrarlo, el rabino Horowitz establece una analogía con la tecnología GPS. Del mismo modo que un conductor puede acercarse y alejarse en un mapa para ver los pequeños detalles de una calle o la disposición más amplia de una ciudad, nuestra comprensión de los acontecimientos de la vida puede verse limitada por nuestro enfoque. A menudo estamos «acercados», atrapados en la inmediatez de nuestras situaciones, incapaces de ver el «panorama general» que sólo Dios, con Su infinita sabiduría, puede percibir.
Dios responde que es imposible que un humano comprenda los caminos de Dios. Sin embargo, Dios concede a Moisés -y, por extensión, a toda la humanidad- la capacidad de ver en retrospectiva, de comprender el «reverso» de los acontecimientos después de que se hayan desarrollado.
A lo largo de nuestra vida, nos encontramos con dificultades que pueden parecer insuperables o injustas. Preguntas como por qué algunos nacen en la penuria mientras otros se enfrentan a la pérdida o la discapacidad son comunes, pero a menudo no tienen respuesta en el momento. Sin embargo, con el paso del tiempo, podemos llegar a comprender cómo estos retos nos han formado, nos han hecho resistentes y nos han preparado para inspirar a otros.
El rabino Horowitz explica que esta comprensión retrospectiva se refleja en la comparación de los sabios con el nudo de las filacterias. En un nudo, dos hebras individuales se juntan y, aunque a veces partes de las hebras quedan ocultas, al estar unidas emergen más fuertes y unidas. Esta metáfora ilustra maravillosamente la complejidad de los retos de la vida y la fuerza final que se deriva de afrontarlos y superarlos. Aunque las razones de estos retos a menudo se nos ocultan, y superarlos puede ser bastante duro, a menudo, en retrospectiva, vemos cómo nos mejoran y nos hacen más fuertes.
La lección del nudo, tal como se le mostró a Moisés, sirve como poderoso recordatorio de que, aunque no siempre comprendamos las razones de nuestras luchas, éstas pueden conducirnos a una mayor fortaleza y unidad. Del mismo modo que las hebras de un nudo están entrelazadas, también lo están los acontecimientos de nuestras vidas, dando lugar a un tapiz de experiencias que, cuando se observan desde la distancia, revelan un diseño mucho mayor que la suma de sus partes.
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