A los grandes jugadores de béisbol se les celebra a menudo por sus extraordinarias hazañas en el campo, como batear altísimos jonrones, lanzar fulminantes bolas rápidas o realizar espectaculares jugadas defensivas. Sin embargo, hay algunos jugadores de béisbol que han dejado una huella indeleble no sólo por sus proezas atléticas, sino también por sus logros únicos más allá del juego real. Cal Ripken, conocido por jugar en la asombrosa cifra de 2.632 partidos consecutivos, no se perdió ni uno solo en 16 años. Bo Jackson, jardinero All-Star, alcanzó una distinción sin parangón al destacar también como corredor Pro Bowl en la NFL. Y Armando Gallaraga, que estuvo angustiosamente cerca de un partido perfecto, sólo para que se le escapara de las manos debido a un error del árbitro, hizo gala de una gracia y comprensión extraordinarias con su respuesta: «nadie es perfecto». Estos atletas imparten valiosas lecciones de vida, y la convergencia de estas lecciones se hace evidente en la festividad de Sucot (Fiesta de los Tabernáculos).
En Sucot, se nos ordena tomar cuatro especies, una de las cuales es un cítrico llamado Etrog. Aunque la identificación precisa del Etrog es cuestión de tradición, los sabios judíos enseñaron que el árbol del Etrog tiene tres atributos identificativos. Uno es que hay frutos en el árbol durante todo el año. El segundo es que el árbol puede sobrevivir con diversas fuentes de agua. Por último, no sólo los frutos, sino incluso las ramas del árbol tienen sabor.
El rabino Samson Raphael Hirsch (1808 – 1888) señaló que estos tres atributos contienen importantes lecciones morales. Tener fruta todo el año es señal de constancia inquebrantable. La capacidad de sobrevivir con distintos tipos de agua representa la versatilidad. Y el sabor en las ramas representa la moralidad interna que es coherente con las expresiones externas.
Éstas son también las tres lecciones que aprendemos de los jugadores de béisbol mencionados anteriormente. Cal Ripken nos enseñó a ser constantes; a presentarnos cada día y dar lo mejor de nosotros mismos. Bo Jackson nos enseñó la versatilidad, actuando con grandeza en diferentes campos. Y Armando Gallaraga nos enseñó la importancia de tener un buen corazón que sea coherente con nuestro comportamiento público.
Las lecciones de estos jugadores de béisbol y el simbolismo de la fruta Etrog que se utiliza en Sucot convergen para ofrecernos valiosas percepciones sobre la vida. Al celebrar Sucot y reflexionar sobre el simbolismo del Etrog, recordemos las inspiradoras historias de Cal Ripken, Bo Jackson y Armando Gallaraga. Al igual que estos atletas demostraron una constancia inquebrantable, versatilidad y moralidad interna, nosotros también podemos aplicar estos principios para llevar vidas más significativas y satisfactorias. Estas lecciones nos recuerdan que la grandeza no consiste sólo en la destreza física, sino también en el carácter que mostramos y en los valores que defendemos.