75 palabras para 75 años de Israel – Aleluya/Alabanza

En honor del 75 aniversario de Israel, Israel365 se complace en lanzar una nueva serie de ensayos que desvelarán los secretos de la Biblia hebrea.

Extraído del próximo libro del rabino Akiva Gersh, 75 palabras hebreas que necesitas para entender la Bibliaestos ensayos iluminan la conexión entre palabras hebreas relacionadas, revelando secretos bíblicos sólo accesibles a través del hebreo.

Disfruta de la serie – ¡y feliz 75 cumpleaños al Estado de Israel!
הַלֵּל

HALLEL

HA-LEL

ALABANZA

כל הנשמה תהלל יה הללויה

בכל יום אברכך ואהללה שמך לעולם ועד

Hallel, palabra hebrea que significa «alabanza», es la raíz lingüística de la palabra más utilizada en el culto a Dios por personas de todo el mundo: ¡Aleluya!

En el judaísmo hay una colección especial de Salmos (113-118) que en conjunto se denominan Hallel. Los Salmos Hallel se cantan con júbilo en fiestas especiales como Pascua, Sucot y Janucá.

El objetivo primordial del Halel es reconocer la capacidad de Dios para anular las leyes de la naturaleza y realizar milagros y actos de salvación en nuestro favor. Aunque se supone que debemos considerar cada fenómeno de la naturaleza -desde la floración de una rosa hasta la lluvia que da vida a la tierra- como un acto de Dios, es fácil acostumbrarse a la naturaleza y olvidar que Dios es el Movedor oculto detrás de todo ello. Por eso Dios, en ocasiones, realiza milagros para recordarnos la verdad de que toda la naturaleza está realmente en Sus manos. El Baal Shem Tov, el gran fundador del movimiento jasídico del siglo XVIII, enseñó que si comprendiéramos que cada momento en que estamos vivos es realmente un milagro, alabaríamos a Dios todo el día, todos los días.

Al alabar a Dios, reconocemos la bondad que hay en el mundo y en nuestras propias vidas. Centrarnos en lo bueno nos permite desterrar cualquier sensación de desesperación o preocupación. Como enseña la psicología moderna, ser positivo y ver lo bueno engendra más positividad y bondad en la vida de una persona.

En su Libro de los Salmos, el rey David nos enseñó a abrir el corazón y alabar de verdad a Dios con todo nuestro ser. Es apropiado que el último de los 150 salmos termine con el versículo: «Que todo lo que respira alabe a Dios, ¡Aleluya!». (Salmo 150:6).

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